Lunes, 12 de abril de 2004
OPINION
El Mono, el mejor de todos
Por Diego Bonadeo
Buruca Laforia era el arquero aparentemente no angloparlante –por lo menos el inglĂ©s no serĂa su idioma de cuna– del legendario Alumni. De Laforia se contaban anĂ©cdotas. Como de los innumerables arqueros que en la leyenda futbolera argentina lo sucedieron. Tesoriere, Yustrich, Botasso, Gualco y tantos más. Pero el quiebre entre el “antes” y el “despuĂ©s” es Amadeo Carrizo, casi coincidiendo exactamente con la mitad del siglo XX. Amadeo marcĂł la diferencia entre los solamente arqueros-atajadores y los arqueros tambiĂ©n jugadores. NĂ©stor Errea y Hugo Gatti, curiosamente los dos nacidos al fĂştbol grande en Atlanta, fueron los alumnos aventajados de Carrizo.
Casi medio siglo despuĂ©s, el mejor, más completo y más visionario arquero argentino de las Ăşltimas dĂ©cadas está cumpliendo veinte años con el fĂştbol. El Mono Navarro Montoya, como Gatti, especialista en simplificar lo difĂcil, fue quien, más que ninguno por estos tiempos, entendiĂł que, jugando en equipos que tiran el achique, el lĂbero era Ă©l. Adelantándose asĂ al cambio de reglamento de años atrás –unos pocos– que impide que el arquero tome la pelota con las manos cuando se la pasan con los pies.
Pero tomó además, en especial de Errea y Gatti, el pase rápido y con la mano –a veces también desde el suelo después del revolcón– para propiciar contraataques. Navarro Montoya entendió y sigue entendiendo casi como ninguno que al fútbol los arqueros juegan con las manos, pero también con la cabeza y con los pies.
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