Lunes, 7 de junio de 2004

Por Pablo Vignone

Le criticaron a Cavallero. Lo puso a Abbondanzieri. Pero resulta que los paraguayos no le patearon nunca. Le pidieron cambios adelante, y puso a Saviola y Tevez de entrada. Pero resulta que no alcanzaron para vulnerar la valla visitante. Le pidieron renovación generacional y confirmó a Mascherano, que se lució como si fuera titular desde el primer partido del ciclo. Pero resulta que no alcanzó para ganar.
Así que florecerán nuevas y agudas objeciones para la tarea del entrenador. Por ejemplo: ¿por qué no pone a Bochini si advierte que al equipo le faltan sus pases? Si el problema es que a la Argentina le faltó contundencia, ¿por qué no le toma una pruebita a Kempes? Si la cuestión es contener al rival, ¿por qué no juega con doble cinco y ensaya con Pipo Rossi al lado de Mascherano?
No importa el resultado, porque el resultado ya fue, ya está: la Argentina perdió el Mundial y, haga lo que haga, el entrenador jamás recibirá la absolución.

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