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Lunes, 8 de noviembre de 2004
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El clásico

RIVER CORAZON:

La hinchada riverplatense llenó todos los lugares disponibles del Monumental. La gente vino a respaldar al equipo porque el equipo necesitaba su respaldo. Estaba en juego el orgullo y, también, la chance de seguir dando pelea por el título. En las tribunas, en las banderas, en el fervor, River hizo sentir que era local y que no estaba dispuesto a dejar pasar la oportunidad de mojarle la oreja a su rival de toda la vida.

BOCA CORAZON:

La hinchada boquense fue minoría. Gritó y alentó como siempre, pero hubo menos sonido azul y oro que otras veces. Las 7000 personas dejaron pedazos de garganta allá arriba en la tribuna Centenario, pero dio la impresión de que la floja campaña del equipo afectó la relación entre el equipo y los hinchas. Y que, más allá de que River no fue generoso a la hora de entregar entradas, a Boca no lo fueron a ver todos los que hubieran ido a verlo si otra hubiera sido la campaña.

¡AY!:

Así de cerrado fue el primer tiempo. No hubo compasión con nadie que quisiera jugar. Mareque se atreve a pasar al ataque, y Schiavi lo baja sin piedad. Los que quisieron crear no tuvieron cómo ni por dónde hacerlo. Los que pretendieron destruir consiguieron su objetivo. El primer tiempo fue muy malo y los culpables fueron los dos. Los arcos no existieron. El talento faltó a la cita.

ASI ATACO BOCA:

Palermo contra todos. Aquí le gana a Gandolfi. Pero la mayoría de las veces perdió la batalla aérea. No hubo otros recursos. El pelotazo fue el sistema y a nadie se le ocurrió nada por abajo. Boca pretendió ganar de prepo. Le fue muy mal, siempre.

¡UF!:

Otra postal del primer tiempo. No importa quiénes son. Importa que se jugó de esta manera. Era el Superclásico, el partido más grande del fútbol argentino, el que una multitud había venido a ver y al que millones estaban viendo por televisión en el país y en el mundo. Ni siquiera eso motivó a nadie para jugar mejor, o al menos para intentarlo. Fue todo descartable. Para olvidar lo antes posible.

MIGUELITO:

Brindisi mira y no entiende. Pasa el tiempo y Boca no mejora. El equipo no aparece, las individualidades, tampoco. Hay que ganar, hay que ganar. Pero el técnico y los jugadores no saben cómo. Boca fue la imagen del desconcierto. Igual que tantas tardes.

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