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Lunes, 27 de noviembre de 2006
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UN TRIUNFO DECISIVO DEL EQUIPO DE LA VOLPE, QUE JUGO UN GRAN PARTIDO

Palacio y Dátolo le arrancaron brillo

Por Facundo Martínez
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Pasa Gago entre Esmerado y Piccoli. Boca superó una prueba más.

Boca volvió a dar otro paso decisivo en su carrera por el título del torneo Apertura. En la Bombonera, que regalaba fiesta en sus tribunas, se impuso en el juego y en el marcador ante Colón, al que goleó 4-1 –con goles de Cardozo, Marino y dos de Palacio–, y conservó la ventaja de cuatro puntos sobre Estudiantes, cuando faltan disputarse las últimas dos fechas. Ahora, independientemente de lo que suceda con el conjunto platense, Boca podría consagrarse por primera vez en su historia tricampeón del fútbol local si el domingo, en Córdoba, vence a Belgrano.

La presión era para los locales. El triunfo de Estudiantes sobre Racing achicaba el margen de error del equipo boquense, que estaba obligado a ganar para no ceder espacio. Quizás esa fuerza provocó que los primeros minutos del encuentro fueran un poco desprolijos para el equipo de La Volpe, que además presentaba como novedad táctica el ingreso de Dátolo por la franja izquierda. Con Morel Rodríguez, Díaz y Silvestre bien juntitos, y Dátolo e Ibarra por los laterales, por momentos Boca parecía pararse como le gusta a su técnico.

Sin embargo, costó que ese mecanismo se aceitara y hubo una seguidilla de errores defensivos que le dieron a Colón tela como para entusiasmarse y plantear un trámite de ida y vuelta. La diferencia estuvo en que Boca se rearmaba mejor cuando perdía la pelota, y atacaba con mayor claridad cuando la recuperaba. La prueba fue el golazo de Cardozo, tras una gran jugada individual de Dátolo que terminó en una asistencia perfecta de Palacio.

Pero el 1-0 duró poco. En otra réplica de los santafesinos, Ramírez ingresó con pelota al área y, en medio de una montonera, recibió una buena patada de Díaz que no pasó inadvertida para el árbitro Baldassi. Giovanni Hernández ejecutó con maestría el penal y Bobadilla, que había adivinado la intención, sintió con la punta de los dedos el remate, que puso el partido 1-1. Desde ahí hasta el final de la primera parte, Boca fue claramente superior, aunque sufría de tanto en tanto alguna amenaza de Enría o de Ramírez, cuando éstos no picaban en posición fuera de juego.

En el arranque del complemento, luego de una interesante muestra de habilidad de Silvestre, que terminó en golazo de Marino, Boca iba a dejar en claro que no estaba dispuesto a ceder nada. Lo que siguió fue una muestra del poderío ofensivo de un equipo afianzado y todavía hambriento.

Con dos derechazos cruzados, Palacio anotó el tercero y el cuarto. Entre un tanto y el otro pasaron casi 30 minutos. En ese lapso, Boca tocaba y jugaba acorde con el momento que atraviesa, como un equipo sólido y sin fisuras, que apenas se esforzaba para cortar el juego de un rival que parecía haber bajado los brazos. Si la goleada no fue mayor fue, sencillamente, porque Palermo jugaba en otra sintonía. No pegaba una el goleador, casi siempre lento y a destiempo; no era su tarde.

El ingreso en el final de Franzoia fue como una ráfaga en medio de la fiesta: de él fue la habilitación para Palacio en el cuarto, un gran pase, a la altura de las circunstancias.

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