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Lunes, 16 de junio de 2008
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Contra Brasil, sin Demichelis, acaso sin Mascherano, Verón o Riquelme

El escenario que viene

El empate de Palacio salvó a Basile de que le recordaran el 0-5 con Colombia, pero las alternativas del partido lo someten a un proceso de remiendos del equipo, especialmente en el mediocampo, antes de ponerse a pensar en cómo levantar el rendimiento.

Por Pablo Vignone
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Cruz saca un zurdazo alto ante la mirada de Iván Hurtado. El delantero generó un par de chances, pero no pudo concretar.

Hasta que el remate agónico de Palacio doblegó las manos del arquero Cevallos, el escenario de la Selección y su proyección a futuro inmediato pintaban oscuros. El empate no le arroja brillo –que el partido no tuvo–, pero al menos altera el panorama catástrofe que pintaba en términos de resultado, lo que habría sido la segunda derrota consecutiva en las Eliminatorias para el Mundial 2010, teniendo en cuenta la caída en Colombia en noviembre pasado, ya que el juego no tuvo arreglo.

Una derrota ayer habría significado la primera caída de la Argentina en Eliminatorias como local desde la todavía dolorosa goleada 0-5 frente a los colombianos en septiembre de 1993, y los críticos de este ciclo no hubieran dejado de recordar que en aquella oportunidad, tanto como en ésta, la Selección fue conducida por Alfio Basile.

No habría sido muy agradable viajar a Belo Horizonte con el certificado de esa segunda derrota en secuencia, para jugar el partido más riesgoso de todos los que la Argentina afronta cada vez que juega unas Eliminatorias: con Brasil de visitante. Porque aunque este conjunto verde y amarillo carezca de médula sin los jugadores que pueden darle un sello de superioridad apreciable, viene de perder (ellos sí) dos partidos seguidos (un amistoso contra Venezuela en Estados Unidos y el compromiso de ayer ante Paraguay en Asunción) y acumula un proceso de incremento de presión que bien puede desahogarse el miércoles.

Sin Martín Demichelis, uno de los tres mejores jugadores de la Selección en el flojo desempeño de ayer (ver página 4), a raíz de la segunda amarilla que recibió por causa de una falta sobre Guerrón, y con la posibilidad cierta de que tampoco puedan estar presente Javier Mascherano, otro de los apenas destacados en los 90 minutos de ayer, o Juan Sebastián Verón (que salió golpeado y por eso Basile mandó al campo a Palacio... aunque diga que Dios le iluminó el cambio), al técnico le queda como tarea para el hogar rearmar el equipo desde los nombres y el funcionamiento.

El medio es una enorme incógnita: además de Mascherano y Verón, no habría que descartar la baja de Riquelme –obligada por el bajón físico– y si el ingreso de Gago es seguro, el resto queda librado a lo que el técnico vaya a idear como alternativa: Battaglia puede ser fija junto a Gago (jugaron juntos en Boca con Basile como técnico) y serían muchos los cambios como para no darle otra oportunidad al flojísimo Maxi Rodríguez. Para el fondo, que Basile perfilará de manera diferente, con cuatro futbolistas cubriendo de sobra el ancho de la cancha, Coloccini de seguro cubrirá la vacante dejada por Demichelis.

El empate del final cambió el humor, sin duda, aunque no la pintura del escenario, tanto para la gente –que acudió al Monumental como para asistir a una velada en la ópera y terminó presenciado una comedia de enredos– como para el comando del seleccionado.

El “Vamos, vamos, Argentina...” con que intentó contagiar de espíritu al equipo nacional la audiencia de la Selección –que ayer no tuvo hinchas sino espectadores– se escuchó recién cuando iban 60 minutos, sucedáneo del doloroso “Hay que saltar / el que no salta, no va al Mundial” que reemplazó a los originales “El que no salta es un inglés” o el “Borombombom, el que no salta es de Ecuador” del arranque del partido. Ya ni siquiera se producían esas faltas cercanas al área que despertaban en las gargantas el clamor al unísono, el “Riqueeeeelme, Riqueeeelme” con que pretendían disfrutar un deseado zapatazo al ángulo que se transformara en el gol del triunfo. Nunca llegó pero, al menos, el gol de Palacio atenuó los silbidos que habían empezado a atronar en el frío ambiente del estadio.

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