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Lunes, 23 de marzo de 2009
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Opinión

Nueve más nueve, cero

Por Daniel Guiñazú

Luciano Figueroa y Martín Palermo volvieron a jugar juntos en el ataque de Boca. Y da toda la impresión de que reunirlos no ha sido una buena idea de Carlos Ischia. La acumulación del poder de dos goleadores consumados no le ha aumentado a Boca su efectividad en forma directamente proporcional. Para decirlo con más claridad: Palermo y Figueroa no se suman entre sí, más bien se restan. La convivencia es forzada y ni uno ni otro hace ningún esfuerzo para disimularlo.

De los dos, Figueroa es el más beneficiado en el reparto, y Palermo, el más perjudicado. Figueroa, al menos, puede jugar en plena área rival. Pero a Palermo, Ischia lo ha condenado a un ingrato rol de abastecedor de su compañero, colocándolo lejos del área, en una posición ligeramente retrasada, que pone en evidencia su escasa ductilidad con la pelota. Palermo ha llegado a ser lo que es por su completo dominio de los últimos 16,50 metros de la cancha. Alejarlo de su domicilio natural agranda sus defectos y achica sus virtudes, y eso no es conveniente para Boca.

Cuando Palermo se decide a ir de punta, tampoco surgen buenas noticias. Los dos juegan de nueve, se superponen y chocan. Ninguno le abre camino al otro y ninguno le arrastra las marcas al otro para que llegue libre a definir. Hubo una jugada en el primer tiempo que demostró todo lo incómodos que se sienten Palermo con Figueroa y Figueroa con Palermo. Les quedó una pelota al borde del área grande. Y ninguno se atrevió a encarar. Figueroa se la pasó a Palermo, Palermo se la devolvió a Figueroa y lo que se insinuaba como una situación de peligro terminó siendo nada.

Tuvo que irse Figueroa a los 27 minutos del segundo tiempo para que Palermo volviera a ser centrodelantero. Y en esos 18 minutos en los que Palermo jugó de él mismo, fue más útil para su equipo que en los 72 anteriores: le bajó una pelota a Palacio que el bahiense mandó afuera y luego sacó una volea defectuosa que contuvo Islas. Ischia supone que tener dos números nueve es mejor que tener uno. Los hechos hasta aquí demuestran que cuando Figueroa y Palermo juegan juntos, Boca no tiene ninguno.

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