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Lunes, 20 de abril de 2009
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Virtudes y defectos de Ischia y Gorosito

El negocio de los bancos

Ischia manejó mejor el planteo inicial y Gorosito hizo cambios que resultaron beneficiosos para los suyos. Pero los dos técnicos también fueron responsables de que el superclásico resultara decepcionante.

Por Ariel Greco
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Palermo ya sacó el zurdazo goleador cuando parecía que el clásico se quedaba para Boca.

En la previa, los dos entrenadores jugaron al misterio. Que Riquelme queda concentrado, pero sin poder actuar; que Falcao no estaba en condiciones, por eso River iba con un solo delantero. En definitiva, tanto Carlos Ischia como Néstor Gorosito armaron sus equipos muy pendientes de la condición física de sus jugadores. Y si bien el entrenador de Boca pareció sacar ventaja con el planteo inicial, el técnico de River acertó más en las variantes y terminó revirtiendo la situación. Tal vez allí se pueda encontrar una explicación del 1-1 final.

Lo de Boca fue más clásico. Con Riquelme descartado, Ischia mantuvo el esquema como si estuviera el conductor natural y le dio esa responsabilidad a Gaitán, que dejó el carril izquierdo en manos de Chávez. En cambio, más sorpresiva resultó la idea de Gorosito. Por más que se especulaba con que iba a presentar un solo delantero, a último momento se decidió por un 4-4-2 rígido, con dos volantes centrales definidos y con dos mediocampistas externos –Bou y Gallardo– más preocupados por las espaldas propias que por atacar.

Con ese panorama, lo de River de arranque fue bastante pobre. Con dos líneas de cuatro tan compactas y con poco recorrido, los dos delanteros quedaron lejísimos, muy aislados y luchando en inferioridad numérica con los defensores de Boca. Para colmo, ni Falcao ni Fabbiani mostraban movilidad para tirarse a los costados. Así, por más que el rival no generaba nada extraordinario, River era superado en la pelea táctica.

Lo importante para Gorosito llegó con la reacción tras el gol de Boca. Si bien mantuvo el esquema, el cambio de intérpretes benefició a su equipo. Sorprendió al sacar a Fabbiani, exponiéndolo a las cargadas ante la hinchada de Boca. Pero la entrada de Rosales le dio otro aire al ataque. Claro que el mayor acierto estuvo por el ingreso de Buonanotte, que se mostró incisivo, le dio un pase-gol a Falcao y con su gambeta generó algunas infracciones, entre ellas la que terminó con el gol de Gallardo. Precisamente la permanencia en la cancha del volante terminó siendo otra corazonada del entrenador, que lo dejó en el terreno pese a que el conductor de River ya no tenía aire, ni pesaba en el desarrollo. Conseguida la igualdad, Gorosito volvió a mover sus fichas para reforzar la mitad de la cancha con el ingreso de Abelairas por el extenuado Gallardo. Otra vez apeló a la especulación.

Del otro lado, Ischia se confió en lo que veía en la cancha y tardó en cambiar. Sus dos variantes llegaron luego del empate de River, cuando el estado de ánimo de los dos equipos ya se había modificado. Con poco tiempo de juego y con Boca golpeado y confundido, ni Mouche ni Gracián pudieron incidir en el trámite. Tal vez el delantero podría haber entrado antes, por un Palacio intrascendente. El ingreso de Krupoviesa sólo se produjo por la molestia de Chávez, pero ya cuando se jugaba tiempo de descuento. Así pasó un superclásico que pronto quedará en el olvido, en el que los dos entrenadores pusieron lo suyo para que saliera de esa manera.

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