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Lunes, 7 de septiembre de 2009
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Opinión

El desafío es reproducir el alto nivel

Por Adrián De Benedictis
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El horizonte del seleccionado no ofrece claridad sino una escena difusa de lo que puede ocurrir. No hay escepticismo acerca de que el equipo conseguirá su lugar en Sudáfrica, pero sí respecto de lo que pueda ofrecer el plantel en la Copa del Mundo. Lo que sucedió con Brasil el sábado entraba perfectamente en los análisis previos: perder como local ante ese rival nunca es algo utópico, de la misma manera que puede ocurrir pasado mañana, cuando la Selección se presente en Asunción. El drama radica en los mecanismos que pretende utilizar el conjunto para que sus hombres puedan desarrollarlos con convicción.

Cuando el equipo nacional era conducido por Marcelo Bielsa, muchos cuestionaban al rosarino por haber “europeizado” al fútbol argentino, pero no sólo por las convocatorias de los jugadores que se desempeñaban en ese continente sino porque la idea provocaba que se perdiera la esencia histórica de los argentinos. Con el tiempo, y más allá de la frustración en Corea y Japón, Bielsa terminó certificando que su compromiso no dejaba de lado esa identidad característica.

Diego Maradona fue un jugador inigualable, al que la naturaleza le dio la posibilidad de sobresalir desplegando siempre el mismo juego. Lo hacía en la cancha de una sola manera, y generalmente le iba bien. Cuando fue nombrado entrenador de la Selección Argentina, por noviembre del año pasado, la ilusión de ver un equipo que practicara el fútbol que él mismo ofrecía fue enorme. Por ello el crédito sigue siendo mayúsculo, más allá de la intimidación que provoca su propia figura. Pero Maradona no ha podido encontrar aún, después de diez meses al mando, un equipo al mismo nivel de los que él integraba, y en donde aquella esencia era una premisa irrenunciable.

Está claro que no habrá más otro Maradona jugador, capaz de darle al país un título y un subcampeonato mundiales. Lionel Messi está señalado como el más capacitado para ocupar ese lugar, a partir de sus actuaciones destacadas en el Barcelona, donde juega un fútbol exquisito, pero que no ha podido trasladar al seleccionado. Seguramente, la cuenta pendiente de Maradona es lograr precisamente eso: que su equipo exhiba el juego que a él más lo seducía.

Se han dado casos en el que jugadores brillantes luego no pudieron reproducirlo desde el cargo de director técnico, aunque fueron los menos. Johan Cruyff, Alfredo Di Stéfano, Franz Beckenbauer, quienes estuvieron en la misma línea de Maradona, en mayor o menor medida pudieron lograr que sus planteles defendieran la misma idiosincrasia que tuvieron como futbolistas. Y consiguieron logros estupendos. Pelé fue el único que no se atrevió a estar del otro lado de la línea de cal, quizá por temor a perder su condición de ídolo. En situaciones inversas, técnicos que no despertaron interés como jugadores, luego consiguieron construir equipos con un juego de excelencia. El ejemplo más claro es Rinus Michels, y no sólo en el Ajax holandés sino también en el seleccionado de su país, con el subcampeonato en el Mundial de 1974 y el primer puesto en la Eurocopa del ’88 como ciclos brillantes.

Dunga, el conductor de Brasil, era un volante con muy pocas capacidades, limitado, que aportó un poco de orden al mediocampo del equipo que fue campeón en Estados Unidos ’94. Sin embargo, los brasileños mantienen su impronta, quizá con menores lucimientos, pero en este período ya ganaron dos títulos (Copa América y Confederaciones), y en el Mundial apuntarán a lo más alto del podio. Es indudable que Maradona tiene como anhelo situarse a la altura de ellos, ahora como conductor, teniendo en cuenta que el andar es uno solo. Con menos tiempo, todavía está en carrera.

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