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Lunes, 14 de junio de 2010
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Opinión

Ni deprimidos, ni suicidas

Por Osvaldo Bayer
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Después de este tranquilo 4-0 de los alemanes contra los australianos podemos asegurar que ayer no hubo ni casos de suicidio, ni siquiera depresiones entre la población germana. Ganaron un partido como maestros. Maestros jóvenes. Con tranquilidad y señorío. Filosofando con la redonda. Hasta acariciándola. Mostraron hasta ser buenos amantes comprensivos del objeto redondo. Más bien todo kantiano, nada ni nietzscheano, ni schopenhaueriano. Tranquilos, pacíficos, ninguna influencia de Krupp, ni de Mauser. Un equipo esencialmente pacífico. Con reglas matemáticas, físicas y hasta químicas. Un ejemplo: cuatro golazos inspirados en Goethe, nada wagnerianos. En especial el primero, de Podolski, el Poldi.

Pases precisos, jugadas para el espectáculo, todo al centímetro, casi al milímetro. Y el papá lindo Löw, el severo Löw, hasta se desató, pero luego se comportó como un profesor de modales, un verdadero caballero. Me refiero al director técnico. Pero, eso sí, sin perder la mirada de maestro severo. Nada de pelotazos, salir jugando desde atrás y luego darle ritmo al ataque. Parecía todo un vals más que una marcha militar. Dejar jugar también a los otros: tal vez la mejor manera de cansarlos.

Claro que fue demasiado perfecto el triunfo. Y queda la duda: ¿no habrá sido así porque dieron con un contrincante desordenado, desorganizado y con pocos ases individuales? Entonces, mejor que seguir buscando adjetivos para aplaudir a los teutones, esperemos los otros partidos. La alegría del triunfo fue correcta, nada de desbordes: cuando terminaron, los once triunfadores parecían alumnos de una escuela de modales. Hasta el público alemán presente no dio rienda suelta a la euforia y aplaudió sonriente.

Todo me hizo recordar aquel 1954, cuando la Alemania vencida poco antes en la Guerra Mundial y con el ánimo por tierra por los crímenes cometidos, con toda esa etapa negra que acababa de vivir, también con la muerte de millones de jóvenes en el frente, triunfaba en el Campeonato Mundial de Fútbol llevado a cabo en Suiza. Con los pocos jugadores ya bastante maduros que le quedaban, se alzó con la Copa. Creo que ahí por fin comprendieron que el camino está en las fiestas de los pueblos y no en las armas, ni en los racismos irracionales. Esa vez, en una cancha de fútbol, los alemanes fueron detrás del cisne, como Lohengrin. En el partido de ayer también hubo algo de eso.

En resumen, un buen espectáculo. Ojalá el campeonato tome ese rumbo: espectáculo, deporte, arte. Ojalá todo el certamen adopte el clima del partido de ayer. Y entonces podremos hablar con optimismo más de deporte y deporte, y no de deporte y dinero.

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