El fútbol argentino continúa enfermo. Un nuevo episodio de violencia que terminó con otra vÃctima volvió a desnudar la irracionalidad que sigue dominando a esta actividad. Cuando transcurre un perÃodo en el que esta clase de hechos no se exponen y todo parece en su lugar, es sólo el maquillaje de una situación que no encuentra cura. El estadio de Vélez fue ayer el escenario de más salvajismo entre dos parcialidades que arribaban con antecedentes, y que la inoperancia polÃtica no tuvo la capacidad suficiente para poder detener. De esa manera, a seis fechas de haberse iniciado el campeonato, ya se encuentra salpicado con la mancha más dolorosa.
La tarde en Liniers habÃa comenzado con mucho nerviosismo. Cuando el público estaba llegando a la cancha aparecieron los primeros duelos con la policÃa. En las inmediaciones de la puerta principal del club, sobre la avenida Juan B. Justo, un grupo de socios locales se enfrentó con los uniformados, debido a la molestia que le causó el maltrato en el momento de conducirlos hacia las puertas de ingreso. Todo ello ocurrió antes de que se conocieran las versiones sobre las peleas (ver aparte) que se habÃan producido unos minutos antes a pocas cuadras de ahÃ.
El clima raro siguió adentro de la cancha, cuando los hinchas de Vélez arrojaron rollos de serpentina al área que ocupaba Pablo Migliore, y que derivó en la demora del inicio del juego. El árbitro Sergio Pezzotta llamó a los dos capitanes para comunicarle que si volvÃan a aparecer proyectiles, iba a suspender el encuentro. Finalmente el partido comenzó y al minuto Vélez estuvo cerca de convertir cuando un tiro de Moralez fue rechazado por Migliore. Enseguida, Aureliano Torres remató de zurda y la pelota salió cerca del palo. Pero eso fue sólo un espejismo de la realidad.
Moralez se preparaba para ejecutar un tiro libre, y Migliore cayó en el área a causa de otro impacto desde la tribuna. Cuando parecÃa que todo se reanudaba, a los ocho minutos, desde la otra popular comenzaron a romper el alambrado, por la furia que habÃa causado enterarse del fallecimiento de aquel hincha. La situación fue incontrolable y Pezzotta decidió que no se continuase.
A esa altura, los destrozos en la general visitante habÃan abarcado los puestos de comida, matafuegos, butacas y todo lo que estuviera al alcance. El espectáculo –se completarÃa a puertas cerradas y la AFA lo decidirá en el transcurso de esta semana– se habÃa deformado para darle lugar a la furia, mientras la sociedad sigue en la espera inútil de reacciones que permanecen ausentes.
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