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Lunes, 16 de mayo de 2011
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De un banco de suplentes a otro, el superclásico se fue en intenciones

Cualquier relación no es coincidencia

Por Pablo Vignone

No es un dato menor: Boca y River arrancaron la temporada con Claudio Borghi y Angel Cappa, respectivamente, al comando de sus proyectos futbolísticos, y la cierran con Julio César y Jota Jota. Alguna relación con el producto superclásico ofrecido ayer, ¿será coincidencia?

Había que verlo a Jota Jota, resignado, la mano derecha apoyada contra el cartel de publicidad, mientras la Bombonera adoraba a Palermo con el 2-0 puesto. Hasta allí desafió la raya de cal cuantas veces pudo; después se cruzó de brazos, apoyó sus posaderas contra el canto del cartel y se entregó. Seteado para la igualdad, River no careció de ambición, sí de contenido para remontar la adversidad. Es, junto a All Boys, el equipo que menos goles marcó (11) en el torneo.

Del otro lado, de brazos cruzados, paradito en el umbral del banco, a Falcioni seguramente se le movió un músculo cuando, en tres o cuatro oportunidades a lo largo de los 90 minutos, sus futbolistas acertaron cuatro pases seguidos. ¿Cómo no? ¡Si la gente se puso como loca! La sed de los hinchas por sumarle belleza a la eficacia, especialmente contra River, produjo esa masividad emergente, ese goce colectivo que, a caballo de la victoria y de la clase de rival, se produjo instantáneamente en esos toqueteos. Tampoco puede ser mera coincidencia.

La pobreza no es solo futbolística, también es conceptual. Durante los primeros 10 minutos del partido nos miramos en los pupitres preguntándonos por qué los técnicos no probaban poniendo futbolistas en la cancha, en lugar de esos manojos de nervios que corrían (“meten”, le dicen ellos) desprovistos en general de una técnica medianamente necesaria para acertar un pase al compañero: de los 300 pases que hubo en el partido, la tercera parte fueron incorrectos. ¡La tercera parte!

La euforia de uno y el silencio de otro les disparó una mano a contramano. No hay problema. Los turistas continuarán pagando en dólares para entrar a ver el superclásico en la Bombonera. El espectáculo en las tribunas sigue valiéndolo.

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