El fútbol argentino ha sido un tanto injusto con Vélez. Armó un clima de histeria en torno de la zona minada de la Promoción que, de alguna manera, le quitó una atención merecida a la consagración del equipo de Liniers. Teñida de elementos inéditos como el insólito merodeo de River (que hasta hace cinco fechas todavÃa conservaba chances de ganar el tÃtulo) por esa zona, la frenética pelea por evitar ser condenado como el/los más pobre/s equipos de la temporada se llevó parte de la difusión mediática que, con justicia, bajo otras circunstancias habrÃa desembarcado en Liniers con todos los cañones.
Este Vélez prolonga la tradición de aquel equipo que ganó el tÃtulo envuelto en polémica del Clausura 2009, esta vez consagrado sin la más mÃnima objeción. Si vence en la última fecha a Racing sumará 39 puntos, uno menos que aquel primer campeón de Ricardo Gareca. Acaso su calidad haya sido puesta en tela de juicio a raÃz de una campaña que, en 18 fechas, arrastra cuatro derrotas, algunas frente a rivales que pelean por evitar perder la categorÃa.
Pero este Vélez elabora más el juego, y eso lo hace distintivo. En aquel equipo de hace dos años ya brillaba Maxi Moralez, pero el Burrito MartÃnez era suplente, por ejemplo, y Ricky Alvarez apenas un proyecto. Ningún otro equipo en la competencia doméstica goza de un trÃo como ése, aunque Alvarez no sea estrictamente titular, como tampoco lo es otro exquisito como David RamÃrez, que pese a eso se la rebuscó para ser el goleador del campeón. Esa elaboración encuentra el gol con ellos mismos (entre los cuatro marcaron 18 de los 34 tantos), o cuenta con Santiago Silva (7 goles). Determinación y carácter han hecho el resto.
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