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Lunes, 2 de julio de 2012
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Una multitud acompañó a San Lorenzo en el Nuevo Gasómetro

Lo disputó con fervor de fiesta

Con el resultado logrado en Córdoba a favor, el equipo de Boedo sacó un empate cómodo que le permitió mantener la categoría. Instituto no lastimó cuando tuvo la pelota y con el ingreso de Romagnoli, al local se le facilitó el juego.

Por Facundo Martínez
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El ímpetu de Julio Buffarini, aquí con Dybala, fue uno de los puntos más salientes de San Lorenzo en el año.

A juzgar por el fervor y el constante apoyo de sus hinchas, que una hora antes del inicio del partido ya habían colmado las tribunas del Nuevo Gasómetro, y que incluso recibieron a sus jugadores con una verdadera fiesta, como si se tratara de una definición de campeonato y no de una promoción para no perder la categoría, San Lorenzo debía continuar en Primera, sin lugar a discusión. Pero a pesar del marco espectacular, el equipo de Boedo terminó cumpliendo su objetivo con una muy flaca actuación frente a Instituto, con quien empató por 1-1 en un partido en el que especuló muchísimo más de lo que propuso. Lagos, de arremetida, prendió la ilusión del conjunto cordobés, a los 69 minutos, y nueve minutos más tarde, Ortigoza, de penal, volvió a emparejar el marcador. Cuando el árbitro Pablo Lunati pitó el final, los locales festejaron largamente la permanencia.

“Jugadores, jugadores, los vinimos a alentar, San Lorenzo es de Primera, y de Primera no se va”, comenzaron a cantar los hinchas no bien arrancó el partido. Pero el mensaje de los hinchas, el gran marco que le dieron al encuentro, no tuvo correspondencia en el juego. Es que San Lorenzo, apoyado en la ventaja de 2-0 que había obtenido en Córdoba, buscó especular desde el primer minuto y decidió cederle la pelota al equipo visitante, que la jugaba bien por toda la cancha, pero que no encontraba espacios en los últimos metros como para concretar lo que insinuaba. Porque eran buenos los trabajos de Encina, Videla y Canaver, pero ni Lagos ni Dybala resolvían bien frente al arco de Migliore, quien comenzaba a lucirse con buenas intervenciones y otro poco de circo.

San Lorenzo depositaba todas sus chances en las trepadas que Buffarini podía sostener por la franja derecha, pero también fallaba en los últimos metros, donde ni Salgueiro ni Bueno, que no era ni la sombra del delantero que anotó los dos tantos en Córdoba, estaban precisos para la estocada final. En la más clara de los locales, a los 34, estuvo cerca Salgueiro, pero Sills despejó sobre la línea y le ahogó el grito.

Los hinchas canalizaban su sufrimiento alentando al equipo sin dejar de pedirle a Caruso Lombardi un gesto de grandeza, que pusiera en la cancha a Romagnoli para al menos corresponder con un poco de fútbol el encendido apoyo, algo que ni Telechea ni Ortigoza ni Kalisnki al parecer podían dar.

Para la segunda parte, San Lorenzo cambió la actitud y así se acercó al arco de Chiarini, quien con dos atajadas claves frente a remates de Salgueiro y de Bueno ya le disputaba a Migliore el premio de figura de la cancha. El ingreso de Romagnoli, a pedido del público, que ya dudada en entregarle desde afuera la solución a Caruso Lombardi, terminó siendo vital, sobre todo después de que Lagos, de arremetida, a los 69 minutos, pusiera en ventaja al conjunto de Darío Franco, que había sido expulsado por el árbitro por protestar prácticamente todo. Tardó, inexplicablemente, Lunati en convalidar el gol, antes consultó a sus colaboradores y dejó unos minutos la decisión en suspenso. Los jugadores de San Lorenzo reclamaban una mano de Lagos, quien había empujado la pelota con el pecho. Parecía que Instituto resucitaba e iba en busca del segundo, pero en otra buena jugada de Romagnoli, Kalinski fue derribado en el área por Barsottini y Lunati cobró el penal que Ortigoza cambió por la igualdad. Con el pitazo final, y San Lorenzo confirmado en Primera, los hinchas volvieron a cantar lo del principio, que “San Lorenzo es Primera, y de Primera no se va”, y hubo reconocimiento especial para Buffarini, sin duda el jugador más sacrificado de este ciclo. El festejo del cuerpo técnico y de los jugadores incluyó abrazos y llantos. Una imagen final dejó a varios presentes boquiabiertos: cuando Caruso Lombardi levantó en andas al alcanzapelotas colorado considerado “mufa” para los rivales, en quien, al parecer, el DT habría depositado nuevamente sus esperanzas de éxito.

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