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Lunes, 9 de julio de 2012
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Opinión

Se agotan las reservas del fútbol

Por Juan José Panno
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¿Y ahora qué?

Si Riquelme se va a Brasil, a España o a la Conchinchina, ¿qué? Qué será de nosotros, pobres huérfanos de fútbol. Se nos fue Verón y ahora se nos va Riquelme y no queda mucho. Casi nada queda en realidad. Se dirá que vuelve River y ése es un atractivo para el próximo campeonato. Está bien. Podría agregarse que River lo tiene a Trezeguet, un jugador inteligente para resolver cómo y dónde pararse y cómo jugar la pelota en cada circunstancias. Se acepta.

¿Y qué más?

Que San Lorenzo no se fue a la B y Romagnoli, aunque juegue poco y aunque esté físicamente medio cachuzo, algo de brillo siempre aporta.

¿Algo más?

Hmmm, no. Aquí se termina la cosa. Poco, muy poquito. Riquelme, aun sin alcanzar la plenitud física, maquillaba un poco el asunto, pero si se va, quedará descarnadamente expuesto el lamentable nivel del fútbol argentino. Estamos en el horno futbolístico en el que se calientan partidos malos, sucios, enredados, con bajo promedio de goles, con escasísimo aporte de brillantez, con planteos mezquinos y pelotas víctimas de maltrato.

La mayoría de los entrenadores se inclina por el mismo sistema táctico: 4-4-2. No juegan con enganche a veces porque no lo tienen y a veces porque no les interesa. Julio César Falcioni, consumado el exilio de Riquelme, va a volver a su idea original de jugar con cuatro volantes para garantizar el funcionamiento defensivo, que es donde pone el acento. La clave no es que elija el 4-4-2, sino los fundamentos que lo llevan a utilizar ese esquema.

Con Riquelme en el plantel, no le quedaba otra que recurrir a una disposición táctica un poquito más audaz. Ningún sistema garantiza el éxito –como bien se sabe–, pero algunos sólo van a detrás de resultados y otros buscan que los resultados lleguen con un aporte para el buen gusto y el espectáculo. Y si, para colmo, desde las divisiones inferiores ya se empieza a marcar que lo único que tiene que interesar es el éxito, no dejan casi ningún margen para el optimismo.

En el próximo torneo vamos a ver más de lo que vimos en el campeonato que pasó. Vale decir, que se va a profundizar la crisis y los partidos seguirán siendo un canto a la mediocridad y como tales, seguirán actuando como un fumigador de voluntades.

Con un poco de suerte, los responsables de conducir la AFA y cada club se dedicarán a reflexionar, durante el receso, y comenzarán por los imprescindibles replanteos en el manejo de los juveniles. Hay que cuidar las reservas ecológicas de las divisiones inferiores que en tiempos no tan lejanos, de tanto en tanto, purificaban el ambiente y le daban un poco de brillo al juego. El presente es lamentable, pero no debería ser eterno. Por eso se debe apuntar al futuro.

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