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Domingo, 16 de mayo de 2004
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En el quiosco > Punto de vista, bodas de plata

Punto de vista, 78
(Buenos Aires: abril de 2004)

Por Daniel Link
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El último número de Punto de vista, la revista que dirige Beatriz Sarlo, presenta algunas particularidades a las que seguramente se podrá volver en el futuro pero que no pueden aquí sino señalarse.
Conviene citar un proverbio chino seguramente conocido por quienes hacen Punto de vista, que el año pasado celebró su 25º aniversario. Para Mao, la política tiene como principio: “Uno se divide en dos”, lo que significa que en todo proceso revolucionario se forman necesariamente un ala derecha (o conservadora) y un ala izquierda (o progresista). Esa división justificaba, para el chino, la Revolución Cultural y la eliminación de una de las alas. Por cierto, cualquiera podría objetar que el problema no es la (pesada y pasada) dialéctica entre el Uno y el Dos sino el problema mucho más sutil (y mucho más grave y actual) del Uno compuesto y el Uno dividido (apuntemos, de paso, que es el mismo problema que afecta desde siempre al movimiento peronista, eso respecto de lo cual adquieren consistencia todas las posiciones políticas en Argentina).
Basta, para eso, hojear el último número de Punto de vista, que se abre con una polémica que es además un síntoma de la complejidad del Uno: Jorge Dotti (integrante del consejo asesor de la revista) escribe sobre “la verdad última de la guerra” como clave para comprender nuestra modernidad. Carlos Altamirano (integrante del consejo directivo) contesta al “amigo Jorge Dotti” señalando que en su artículo “no les concede una línea a hechos de envergadura que se produjeron tras el 11 de septiembre”. Más adelante se lee una polémica en torno del “caso Kuitca” entre Federico Monjeau (miembro del consejo asesor) y Adrián Gorelik (miembro del consejo de dirección). El segundo había publicado en el número anterior una fuerte impugnación a la megamuestra de Guillermo Kuitca, haciendo pie en determinadas observaciones sobre el arte conceptual que Federico Monjeau se vio obligado a contestar. Al menos como hipótesis, podría decirse que la intervención en relación con el “caso Kuitca” demuestra la complejidad y la inestabilidad de ese Uno que hasta entonces podía leerse monolíticamente (porque es verdad que Punto de vista instala la ficción de un club de cuyas actividades, como habría ironizado Wilde, no se puede participar sin riesgo). No importa que Gorelik se refiera a “la fraternal polémica que inicia Federico Monjeau”, ni que Monjeau insista en los “lazos intelectuales y afectivos” que lo unen al primero. Lo cierto es que en esa “hermandad” no hay un piso sólido en lo que al arte contemporáneo se refiere para fundamentar las diferentes posiciones sobre un acontecimiento estético puntual –nuestra propia incompetencia en temas tan graves nos obliga a abstenernos de señalar lo mismo en relación con las posiciones políticas que sostienen los amigos Dotti/Altamirano–.
Punto de vista sólo pudo intervenir en relación con el “caso Kuitca” a partir de la previa puesta en entredicho del conceptualismo en el arte. Es como si alguien, para deplorar la última película de, pongamos por caso, Lucrecia Martel, hubiera recurrido a una argumentación que hiciera pie en la evolución del cine sonoro. O, para evitar la irritación que provocan los enunciados contrafácticos, como lo que efectivamente hace Beatriz Sarlo en el último número de la revista, donde, para intervenir en favor de determinados acontecimientos estéticos (un concierto, una puesta teatral, una novela) debe hacer un elogio abstracto (y, para muchos, completamente formalista) de la extensión como “principio estético”. Apelaciones semejantes, que no tendrían necesariamente que ver con la economía argumentativa de tal o cual artículo, ni tampoco con la necesidad de explicitar un marco teórico novedoso o no demasiado frecuentado (los principios estéticos que defiende Punto de vista son nobles precisamente por su antigüedad), sino con la necesidad de conjurar la división del Uno. La “duración” (la palabra está en la tapa del número 78), para Punto de vista, no es (nunca fue) un problema formal sino una intervención respecto de la dialéctica de lo Uno y lo Múltiple.

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