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Domingo, 30 de mayo de 2004
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Un poema de Fabián Casas

Como se dice de ciertas medicinas, Fabián Casas es un poeta de amplio espectro. Puede hablar con la misma bella eficacia de la década del 70, la cultura pop posterior, San Martín y Bolívar, Led Zeppelin y Boedo. Y sin dudas, muchos de sus poemas de Oda (Buenos Aires, Libros de Tierra Firme, 2003, 48 págs.) merecerán incorporarse a futuras antologías. Nacido orgullosamente en 1965 en el barrio de Boedo de Buenos Aires, Casas ya posee publicados varios volúmenes de poesía –Otoño, poemas de desintoxicación y tristeza (1985), Tuca (1990) y El salmón (1996)– y tiene una activa participación en diversos emprendimientos poéticoeditoriales.
En este volumen, Casas hace convivir con lógica inevitable a Lorca y Frank Zappa (“Porque ya no compone para seres humanos/ Porque alegra la vida de mi tío”) Dylan Thomas y el Che Guevara (“En la Plaza de la Revolución/ en el brazo del Gran Jugador/ en la remera del cantante pop/ en la mente del estudiante agrario/ escondida debajo del tatami/ en el free shop de Miami/ y en los ojos de los siberian dogs”). En el siguiente fragmento tomado de Oda, Perón puede ser tanto el atroz Mussolini como el cariñoso Viejo con que era reclamado por quienes poco después se transformarían en imberbes.


M. D. A.


(...)
Príncipes violentos de los setenta
¿Qué podemos hacer por ustedes?
No se convirtieron en políticos
ni se exiliaron, ni están
con dos enes en el pecho debajo de la
tierra...

Ustedes,
que se colgaron de los árboles de Gaspar
Campos
y fueron a esperar al Duce a Ezeiza,
tuvieron que soportar
que el viejo no les trajera la revolución
sino la peste.

“Pero no éramos –dice mi primo–
estetas de la muerte o fanáticos del dolor.
Simplemente buscábamos el Tao...”

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