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Domingo, 25 de julio de 2004
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La cosa no es tan así

INTRODUCCION
A LA FILOSOFIA ANALITICA
Ernst Tugendhat

Trad. Jorge Navarro Pérez
Gedisa
Barcelona, 2003
142 págs.

Por Fernando Moledo
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¿Qué es la filosofía analítica? En Introducciones a la filosofía (2000), Samuel Cabanchik cita una linda anécdota; alguien le pregunta al sabio Basho: “¿Qué es el Zen?”. Basho responde: “He estado explicando Zen toda mi vida, y sin embargo nunca he podido comprenderlo”; a la pregunta de su interlocutor: “¿Cómo puede usted explicar algo que no entiende”, Basho responde: “¿También tengo que explicarle eso?”. Todo lo dicho vale para la filosofía y, por extensión, para la filosofía analítica, que, como muchísimas cosas, es más fácil de señalar cuando se la tiene adelante –o cuando uno se encuentra en ella– que de definir. Las Lecciones para la introducción en la filosofía analítica del lenguaje del reconocido filósofo checo y catedrático alemán Ernst Tugendhat nacido en 1930, publicadas originalmente en Alemania en 1976, parten un poco de esa idea. De las 28 lecciones que se editaron entonces, las siete primeras que aparecen ahora por primera vez en castellano se proponen responder la pregunta “¿Qué es la filosofía analítica?”, presuponiendo que la mejor manera de hacerlo es, justamente, introducir al lector directamente en el trabajo y la forma de hacer filosofía que ella implica.
Lo cierto es que la filosofía analítica es una corriente de pensamiento característica del siglo XX cuyo origen suele ubicarse en la Inglaterra de comienzos de siglo, particularmente en las figuras de G.E. Moore, Bertrand Russel y Ludwig Wittgenstein. Un poco debido a su vínculo inicial con el Círculo de Viena, se suele ver en la filosofía analítica un rechazo consecuente de la metafísica tradicional y al mismo tiempo un interés orientado exclusivamente a los problemas de la lógica. Sin embargo, la cosa no es tan así. Su ámbito es bastante amplio y hoy incluye las ciencias cognitivas, la semántica y la lingüística, y lo cierto es que el interés de esta corriente no se dirige tanto a los lenguajes formales sino más bien al estudio del problema del significado en el lenguaje corriente y ordinario, porque es allí en donde el hombre expresa sus creencias y deseos sobre las cosas.
El propósito principal de esta introducción es mostrar que el diálogo entre la tradición y la filosofía analítica no sólo es posible sino inevitable a la hora de “acreditar” papeles. Los interlocutores privilegiados son aquí, por un lado, el concepto de una “filosofía primera”, forma en la cual Aristóteles designaba a la ontología, y por el otro, el concepto de “representación” propio de las filosofías de la conciencia moderna, cuyo desarrollo central Tugendhat ubica en Kant, Husserl y Heidegger –a quien, dicho sea de paso, está dedicado este libro–. Lo que Tugendhat intentará mostrar es que la filosofía analítica es la que mejor se ajusta a la filosofía en general, porque comprende, corrige, amplía y, por eso, enriquece sus problemas fundamentales.
Quizá la tesis más fuerte de estas siete lecciones sea que en la pregunta por el ser en general de las cosas que son, que se plantea la filosofía primera aristotélica, se esconde en realidad la pregunta por la comprensión del significado de la expresión “ser algo”. Con ello la cuestión ontológica, la cuestión de una ciencia que se ocupa del hecho mismo de que las cosas sean sin más –del ente en tanto ente, decía Aristóteles–, se disuelve en el problema de la comprensión del significado de las frases, problema que aparece por eso como la primera pregunta y, por eso, como la marca distintiva de una verdadera ontología. ¿Funciona esta disolución? Eso debe decidirlo el lector. Ahora, ¿cuál? Ahí la cosa se complica.
Para aquellos que estén familiarizados con el autor –y eso quiere decir necesariamente: también con la filosofía analítica–, su propuesta de diálogo con la tradición no puede ser sino atractiva. Pero sin duda no es ésta una de las introducciones que toman de la mano, llevan y acompañan al lector. Para entrar a donde Tugendhat quiere llevar a quien no esté familiarizado en estas lides, no sólo hace falta un cierto entrenamiento sino, además, saber que la tarea que se emprende es, por momentos, un poco ardua y trabajosa; si se quiere, algo alejada del “parto en la belleza” que, en el Banquete, Platón consideraba como la puerta de entrada a la filosofía.

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