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Domingo, 31 de octubre de 2004
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Cohen y la reedición de su novela-rock convertida en un libro de culto

La dama regresa

El país de la dama eléctrica
Marcelo Cohen
Interzona
222 páginas

Por Claudio Zeiger
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Por Claudio Zeiger

Novela rock y secreto muy bien guardado de la literatura argentina, El país de la dama eléctrica sorprende hoy en la relectura por la intacta fuerza expresiva de su lenguaje (si se dijo alguna vez que “el lenguaje es un virus”, aquí nunca mejor usada la expresión) y la energía vital de su personaje Martín Gomel, quien al final del primer capítulo se describe a sí mismo: “Tengo diecinueve años y una consola cromada en la cabeza”.
El país de la dama eléctrica apareció en 1984 en Bruguera cuando Marcelo Cohen vivía en Barcelona. La novela, que presenta algunas variaciones con respecto a la versión original, huele a espíritu adolescente pero filtrado por la experiencia áspera de un exilio intenso. No por nada hay dos planos narrativos que se van sucediendo y en cierta forma plegando uno al otro, y dos voces narrativas: la del joven Martín y la del treintañero Walter (o Gerardo, los nombres varían según quien hable). Uno quiere tener su banda y dialoga con las sombras de Jimi Hendrix, Janis Joplin y Jim Morrison, y sobre las letras de blues y rock sobreimprime un lenguaje secreto; el treintañero, expulsado de su trabajo por la dictadura en Uruguay, encarna a un narrador de tono onettiano. Cuando le preste un libro a Martín, será Rayuela, dato no menor en una novela que empieza diciendo “París ya no tenía nada que ofrecerme”.
Martín está en busca de Lucina, “la traidora”. No se pregunta si la encontraría, como a la Maga, pero la busca con empecinamiento y furia; ella se escapó con un dinero de los dos, unos dólares que a medida que avanza la trama se revelan provenientes de un turbio asunto entre guerrilla y finanzas truchas. La política es una latencia que finalmente termina ocupando un lugar importante aunque descentrado. La búsqueda de Lucina se centra en una isla donde además de Walter vive la madre de Martín y una cantidad de personajes que representan a los hippies sobrevivientes de varias batallas y a los ásperos lugareños catalanes. La isla es una zona de pasaje, de cruces; de golpe es la ciudad real, Barcelona o Buenos Aires, de golpe es cualquier lugar de tránsito o esos típicos balnearios escondidos para refugiados de todo el mundo.
El país de la dama eléctrica es una novela de iniciación curiosa porque mientras uno de sus personajes centrales efectivamente se está iniciando en la vida, el otro ya aparece en franca retirada. Por eso la zona de fricción entre ambos es de lo más entrañable del texto.
La primera novela de Marcelo Cohen pasa revista a muchos libros y discos que conviven en una constelación bastante amplia y siempre bajo la idea de la condensación y la mezcla. Por ahí parece andar la estética que Cohen empezaba a desplegar y que perfeccionaría en sus sucesivas novelas y relatos. Y como sucede con la adolescencia, en esta novela hay mucho de ajuste de cuentas, toma de posición, preguntas metafísicas y espacios mentales vacíos con grandes signos de interrogación. La adolescencia, la vitalidad y el viejo blues se dan cita en esta novela que celebra el lenguaje como invención y es vital no tanto por sostener una ideología literaria “vitalista” sino porque su lectura da ganas de salir a vivir.

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