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Domingo, 30 de enero de 2005
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Pedido de reedición

Cuento de hadas en Nueva York

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El libro que convirtió a J.P. Donleavy en la figura excéntrica y legendaria que hoy habita un castillo en Irlanda, que aparece en las fotos siempre posando corpulento y satisfecho, embutido en espantosos trajes de tweed, apoyado siempre en un bastón de campo innecesario, con los ojos refulgentes de picardía y esa mueca de satisfacción que tienen los que llegaron lejos no sin una jugada espuria y maestra que todavía los enorgullece; en el personaje que vive siempre con una beldad despampanante en esos ambientes de techos altos, paredes de piedra y grandes muebles de madera entre los que recibe a los esporádicos peregrinos que llegan hasta ahí para conocerlo; en el escritor que guarda los manuscritos de sus libros en una mazmorra medieval; el libro que lo convirtió en ese tipo escapado de una novela de Donleavy, es Hombre de mazapán. En esa novela de 1955 Donleavy dio a conocer su versión acabada de lo que sería el espíritu de cada uno de sus libros: el héroe canalla, el sarcasmo romántico, el lirismo ácido, la picaresca desencantada en la que cada capítulo termina siempre con una escalera descendente de versos tristes, melancólicos y cómicos.

Además, no todo es literatura: el libro se publicó por primera vez –tras infinidad de rechazos en otras editoriales– en Olympia Press, que también se arriesgaría a publicar ese otro “material pornográfico” llamado Lolita. Pero la relación entre autor y editorial no fue tan buena como se podía suponer y, tras 25 años de encarnizado enfrentamiento legal, Donleavy arrebató la propiedad de Olympia a su dueño y fundador, el también legendario Maurice Girodias.

Pero si hubiese que pedir la reedición de uno solo de sus libros, no son pocos los que votarían por Cuento de hadas en Nueva York (1961). (Alcanza con que voten sólo los que arrasan con los pocos ejemplares de Sudamericana que asoman en las librerías de viejos o con las pilas de la edición pocket de Edhasa que cada tanto aparecen en las mesas de saldo.) Por algo será que la triste y exagerada historia de Cornelius Christian -el hombre que embarca de Europa rumbo a su América natal, cuya esposa muere sorpresivamente en alta mar y que se ve obligado a trabajar en la funeraria que contrata para solventar los gastos del entierro– se ha convertido en una modesta biblia del humor negro y los corazones rotos. Así que bien se merece una reedición. Ninguna biblia debería ser difícil de encontrar.

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