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Domingo, 6 de febrero de 2005
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Modas

Cuento de hadas en Nueva York

Vendió su empresa para financiar un proyecto literario rechazado por las grandes editoriales. Y encontró un tesoro oculto de imprevisibles consecuencias.

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La historia es más o menos así: un empresario informático decide vender su empresa de software e invierte dos millones de dólares en un proyecto personal. Hasta aquí la anécdota es acaso trivial. Pero sucede que el proyecto de Michael Stadther era literario. O casi. El libro de Stadther –que ninguna editorial se animó a publicar– se llama A treasure`s trove: a fairy tale about real treasure for parents and children of all ages (es decir, Un tesoro escondido: un cuento de hadas sobre el verdadero tesoro para padres e hijos de toda edad) y, como su nombre indica, esconde pistas para hallar un tesoro valuado en total en nada menos que un millón de dólares. El astuto y osado Stadther, que escondió personalmente doce joyas –diamantes, rubíes, zafiros– en lugares públicos a lo largo de todo Estados Unidos, asegura que se puede acceder fácilmente a ellos “sin cavar, mover, ni perturbar objetos ni estructuras”, sólo siguiendo las instrucciones que dejó a manera de acertijos a lo largo del libro.

Un tesoro escondido... fue publicado en noviembre y en los primeros meses lleva vendidos unos 100.000 ejemplares de las versiones en tapa dura y rústica. Más allá del gancho del tesoro escondido, la narración es un clásico cuento de hadas en el que hay doce hadas –tantas como joyas escondidas– que se topan con un tallador de madera cuya esposa es medio humana y medio genio. (Y según parece tiene sus antecedentes: en 1979, Kit Williams escribió Masquerade, obra que escondía los datos para dar con el paradero de un collar de oro incrustado con piedras preciosas, que no fue hallado sino tres años después en plena campiña inglesa.)

El autor, licenciado en bellas artes y matemáticas, se sorprende del público que tiene. “Yo pensé que el tesoro era para los padres y la historia para los niños, pero sucedió lo contrario. Oí decir a padres y madres que estaban contentos de tener una historia que la familia podía leer toda junta y que no era nada pueril.” Stadther, que nació en una familia pobre del estado de Alabama y ahora vive en un suburbio de Nueva York, informa que “no se trata de alta matemática. Todo está delante de las narices”. Cuando dice “todo” Stadther se refiere a las joyas ocultas que van desde unos pocos miles de dólares hasta el premio mayor que es de 450.000 dólares. Obviamente, Stadther cuenta ahora la historia de los rechazos de las editoriales diciendo que en realidad le hicieron un gran favor, pero lo más posible es que un frío sudor le haya sorprendido al momento de tomar la iniciativa de invertir a cara o cruz toda su fortuna.

Según se informó, el libro podría ser traducido al chino entre otros idiomas, lo que habilita a una serie de preguntas: ¿a alguien se le ocurrirá esconder un tesoro en varios países?, ¿podrá una búsqueda exceder el marco meramente local? Incluso, como Estados Unidos no es precisamente un país pequeño en cuanto a dimensiones, el éxito nacional que está teniendo es por lo menos llamativo: ¿qué puede hacer un guardabosques de Seattle, un granjero del Mississippi o un petrolero de Texas si el tesoro está en California o en Nueva York? Como se ve, el asunto tiene sus limitaciones y, pese al evidente éxito, está lleno de interrogantes. Por otra parte, cabe preguntarse, además, si habrá versiones argentinas. Y, en ese caso, ¿qué editorial –o qué mecenas– se animará a financiar semejante proyecto?

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