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Domingo, 17 de abril de 2005
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Los Uturuncos, en el cruce entre épica y ficción.

El lenguaje y las armas

El vientre convexo
Daniel Muxica
Editorial Sudamericana
204 páginas

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Por Sergio Kisielewsky

¿Cómo construir una épica de los hechos más dramáticos del pasado en nuestro país? La tarea, por cierto, no resulta sencilla. La ficción tiene más de un recurso para intentarlo. Para el caso, El vientre convexo traza una epopeya de los Uturuncos, una formación armada de la Resistencia peronista en los años ‘60 y sus efectos sobre un pueblo al que no se nombra.

Daniel Muxica, autor y editor de numerosos libros de poesía, es también el fundador de la revista literaria Los Rollos del Mal Muerto. En ésta, su primera novela, narra levantamientos y puebladas con el tono del testigo de los hechos. Un ex preso político, personaje de su obra, dice: “Si volviera a participar de un grupo guerrillero, propondría que luego de tomar el fusil no se hablara más de política”.

El texto se articula con la reproducción de proclamas de los alzados (un recurso que evoca el abordaje de Juan José Manauta al incorporar a su obra las noticias sobre la guerra de Vietnam): “No nos impresiona la palabra terrorista. Es un adjetivo imperialista que han prestigiado con su sangre y su heroísmo egipcios, argelinos y chipriotas. Beresford pensó lo mismo de loscriollos, que desde las terrazas arrojaban aceite hirviendo”.

La novela es, en sí misma, la historia de búsquedas que nunca acaban.

Es el caso de dos hombres que en una pequeña embarcación salen a encontrar oro. Uno de ellos le envía cartas al narrador. Allí se reflexiona sobre la escritura y su vínculo con la intemperie en la vida y en el océano: “Creo definitivamente que el Irlandés (uno de los tripulantes) enloqueció. Les pasa a muchos que soportan eternamente un sueño que no se cumple”.

El texto se potencia con la búsqueda de Esther, con el abordaje erótico de Anahí, la adolescente que masturba a los hombres en un prostíbulo de frontera.

Es la época de la represión política durante el Plan Conintes. Los hombres, los personajes que Muxica elige, deben hallar un lugar donde esconderse, donde hablar con otros, donde crear vida. Los Uturuncos son los fantasmas que atraviesan el texto. No se ven, pero el escritor nos los hace sentir. Es como si la historia argentina se moldeara a través de secretos y el autor extendiera la mano como una posible revelación.

En esa mixtura se intuye casi al unísono la época de la asunción del gobierno de Héctor Cámpora con el aroma de glicinas y té de sedas.

Cuando se alude a la política es como si se buscara respuestas a tanto vértigo, a tanta historia que pasó por el lenguaje de las armas.

Por eso conmueve el agradecimiento a Roberto Bascchetti, escritor que supo cuidar archivos, declaraciones y documentos de las organizaciones guerrilleras peronistas en plena época de la dictadura, entre 1976 y 1983. “No preguntar es estar quieto”, dice uno de los personajes.

Mientras se lee, aparecen los interrogantes, las dudas, las ganas por conocer qué ocurrió en cada momento de la historia, entre hombres que no saben qué hacer con su destino y entonces lo incendiaron todo de una sola vez.

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