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Domingo, 22 de mayo de 2005
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La Guerra del Pacífico suena lejana, pero sus consecuencias son el diferendo más famoso de América latina. Este libro tiene el mérito de confrontar dos visiones con seriedad y argumentos, aunque el conflicto siga sin resolverse.

Sin salida

El largo conflicto entre Chile y Bolivia
Dos visiones

Luis Maira (Chile) - Javier Murillo de la Rocha (Bolivia)
Taurus
196 páginas

Por Martín De Ambrosio
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Para los argentinos, siempre más interesados en los sucesos de los países centrales (en buena medida, debido a las leyes de los flujos informativos –que hacen que se tengan más noticias del Norte que de por acá–), la Guerra del Pacífico que mantuvo Chile con Bolivia y Perú entre 1879 y 1884 puede sonar muy lejana. Sin embargo, y pese al tiempo transcurrido, los efectos de aquella guerra están más que presentes en la política continental. Por ejemplo, Perú y Bolivia se abstuvieron en la reciente elección como secretario general de la OEA del chileno José Miguel Insulza, quien competía con el candidato impulsado por el gobierno de los Estados Unidos. Y más aún: a raíz del descubrimiento de importantes reservas de gas en la región del Chaco boliviano, ya se han alzado voces que se oponen a que se exporte el gas a través de algún puerto chileno (aunque la salida por Perú sea más lejana, y por ende, más cara). Para aquellos que quieran subsanar esa ignorancia regional, he aquí un buen libro que ayudará a desasnarse de las querellas del Pacífico. Escrito por dos diplomáticos de cada uno de los países involucrados en la controversia –más las consideraciones finales de la brasileña Mónica Hirst–, El largo conflicto repasa no sólo los argumentos centrales de ambas partes sino que también hace un repaso histórico de las negociaciones que se llevaron a cabo infructuosamente durante más de cien años para, aunque sea, reponerle a Bolivia su salida al Pacífico.

Las estrategias, en ambos casos, quedan claras a las pocas páginas. El socialista chileno Luis Maira argumenta que los límites de los países americanos no estaban finamente delineados durante el primer siglo poscolonial y se explaya sobra sucesivas derrotas de Bolivia (que, según afirma, también perdió tierras a manos de Brasil, Perú, Paraguay y Argentina) y sobre los sucesivos e inoperantes dictadores bolivianos, como diciendo “finalmente la culpa es de ustedes”. Además –como para coronar su igualmente brillante repaso histórico– cita a un político chileno que aseguró que “nuestros derechos nacen de la victoria”, casi una aceptación de culpabilidad histórica.

En tanto que, por su parte, Javier Murillo da como un hecho evidente la soberanía de su país –lo cual lo exime de argumentar en su favor– y habla de “geofagía” chilena y de las penurias económicas que le impusieron al país trasandino la necesidad de aquella guerra de conquista. Para el boliviano, sí estaban claros los límites después de la independencia de España (como en el mapa de 1856 que ilustra esta nota) y afirma amparado nada menos que en varias constituciones chilenas de principios del siglo XIX que “Chile termina en Copiapó” (a la altura de Santiago del Estero), es decir, kilómetros antes de su efectivo límite actual.

¿Por qué no consiguió Bolivia, entonces, aunque más no fuera, un corredor hacia el Pacífico, dada por ejemplo la presión internacional sobre Chile que tuvo como punto más alto la Asamblea de la OEA de 1979? En parte, la cuestión está cerrada porque Bolivia ha querido recuperar el ciento por ciento de los territorios irredentos –lo que implica nada menos que 400 km de costa y unos 150.000 km cuadrados– y no termina de aceptar tampoco salidas negociadas, sobre todo si implican nuevas concesiones a Chile, sea de territorio, agua o gas (en parte también por las presiones populares sobre los gobernantes). Lo que deja además como conclusión este libro –que carece de los imprescindibles mapas– es la habilidad diplomática chilena para aceptar sucesivas negociaciones y después empantanarlas o dejarlas empantanar. Y, por último, un dato de la realidad inexorable: los ganadores de las guerras, sobre todo cuando éstas ocurrieron tanto tiempo atrás, tienen a su favor la realidad, lo que se llama “hecho consumado”. Y Chile hace más de cien años que gobierna territorio que fue boliviano.

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