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Domingo, 29 de mayo de 2005
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Una versión femenina del viaje iniciático a París.

En la ciudad de los espejos

En espejo ajeno
Mirta Hortas
Galerna
255 páginas

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Por Sergio Kisielewsky

En el contexto de la guerra del Golfo, allá por 1991, se ambienta un texto donde la fuerza está en lo que pierde y gana una mujer llamada Vera Lamas, una profesora de francés, durante un viaje iniciático por París. Allí la espera Julián, su esposo, periodista de profesión, que pronto caerá prisionero de Saddam Hussein. Sin embargo, lo que logra crear una trama de encuentros con la escritura son las observaciones, los detalles más leves, en una urbe a descubrir: el andar lento de un ascensor en un edificio antiguo, las porcelanas y los muros de una ciudad ajena e inabarcable. Si la novela aparece como una confesión de partidas y deseos el espacio pronto lo gana el fantasma de Raymond Chandler. No existe el detective Philip Marlowe pero sí una escritora, Mirta Hortas (quien ha participado con relatos en diversas antologías, siendo En espejo ajeno su primera novela), que construye a fuerza de acciones un relato que merced a una prosa ágil y sugerente es imposible de dejar hasta el final.

Hay vértigo, hay triangulaciones con otros personajes pero por sobre todo se pone en escena una atmósfera poética, que en ningún momento deja de contar. De tomar por el cuello, como expresó García Márquez, al lector para traerse entre manos una historia verosímil, contundente.

En especial cuando narra desde un mínimo distanciamiento emotivo (“Cruzaré el puente sin mirar atrás, sin el temor de ser perseguida en la aberración de la noche, sin el impulso de arrojarme para comprobar el efecto del agua sobre el desamparo, sin oídos y sin memoria”).

Nada se salva en un incendio, nada le pertenece. El personaje central sólo tiene a sus hijos y sabe que no se puede volver atrás cuando de escritura y vida se trata. “Ante todo hay que entender que las guerras son útiles solamente para los que tienen negocios detrás de ellas”, dice Julián luego de ser liberado de su cautiverio. Ni el mundo ni la relación entre ambos será la misma.”

Volver a Buenos Aires, pisar sus calles nuevamente: los viajes en avión, la descripción del modo de vivir al otro lado del océano dejan paso a sitios amados y extraños a la vez. Ya sin los árboles de la pampa húmeda donde refugiarse, ya sin certezas. Sólo en un torrente de palabras que avanza hacia un imaginario propio, uno de los logros más destacables de la novela. Como si una mujer se desnudara de sus palabras creando un mundo de sentidos, de vitalidad dispuesta a descubrir cada día algo nuevo.

En espejo ajeno viene a romper el mito de la escritura femenina como un bloque homogéneo. Aquí hay una escritora que viene a revelar mundos frágiles con una fortaleza infrecuente. Sugerir en vez de decirlo todo. Narrar al otro como una manera de llegar a él. Comprenderlo y dejar que la escritura fluya. Las historias que circulan en la obra están amarradas con anclas en puerto seguro. Cuando el barco comienza a moverse, todo en él adquiere vida.

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