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Domingo, 5 de junio de 2005
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Un drama victoriano tan “falso” como eficaz.

La balada de la cárcel

Afinidad
Sarah Waters
Anagrama
427 págs.

Por Mariana Enriquez
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Sarah Waters escribe lo que ella misma llama “falsos dramas victorianos”; claramente influenciada por Charles Dickens, investigadora académica especializada en la vida cotidiana de las mujeres inglesas en el siglo XIX, le agrega a la recreación de época una vuelta de tuerca decididamente contemporánea: la mirada de género y el erotismo lésbico. Afinidad es una novela que echa mano de varios escenarios y estados de ánimo predecibles: una desoladora cárcel de mujeres llamada Millbank, una seductora prisionera espiritista, una visitadora de presas lesbiana, soltera y solitaria; pero la trama, intrincada y con varios elementos sobrenaturales que colaboran a la ambientación gótica se precipita en un suspense digno de un moderno best-seller. Y su preocupación central es el feminismo embrionario de la época victoriana, que plantea sin bajar línea, apenas sobrevolando la trama; está claro que la prisión que tiene cautivas a las internas es un reflejo de las prisiones que atrapan a las mujeres técnicamente libres. Margaret, la protagonista, es prisionera de su elección sexual, del rol social de solterona condenada al hogar; sus hermanas son prisioneras de buenos matrimonios; las celadoras y reclusas, de los trabajos y delitos a los que en ocasiones las arrinconan sus condicionamientos de género.

Pero todo esto no significa que Afinidad sea una novela teórica. El cuidado de Waters por el lenguaje y la ambientación es puntilloso –la detallada descripción de la prisión de Millbank revela una investigación minuciosa–; sus homenajes son muy claros: el espíritu que aparece en las sesiones de espiritismo de la médium Selina Dawes se llama Peter Quick (se llamaba Peter Quint el espíritu que creía ver la institutriz de Otra vuelta de tuerca de Henry James), y las visitas nocturnas de un espíritu apasionado recuerdan poderosamente a las que recibía Heathcliff en Cumbres Borrascosas. Afinidad sigue todas las reglas de la novela victoriana, incluso su estructura narrativa en forma de diarios: el de Margaret, la visitadora, y el de Selina, la médium, que se intercalan en un crescendo que ilumina el crecimiento de su relación amorosa. También respeta el clima gótico, claustrofóbico. Pero si una novela victoriana quizá elegiría la ambigüedad o la resolución sobrenatural, Afinidad apela a la razón y el suspenso del policial. La conjunción funciona perfectamente.

La trama se desenvuelve con soltura, y Waters tensa la cuerda para producir una lectura compulsiva. Margaret Prior, hija de una familia acomodada de Londres, sufre una crisis después de la muerte de su padre y el fin de una relación amorosa –su amante se casa con su hermano– e intenta suicidarse. Como parte de su recuperación, decide visitar a las presas de Millbank, quizá porque su autocompasión la impulsa a conocer seres que sufran más que ella. Allí conoce a Selina, una joven médium acusada de atacar a su anfitriona; la chica sostiene que ella nada tuvo que ver con la agresión, causada por los espíritus. A la primera curiosidad le sigue una pasión desesperada, en la que Margaret quiere creer todo lo que dice Selina. Del pasado de la médium, Waters sólo ofrece fragmentos, un diario frío pero apasionante en tanto recrea el extraño mundo de los círculos espiritistas victorianos. La revelación final es sorpresiva pero sumamente eficiente. Y lejos de dejar con una sensación tramposa, provoca verdadera ansiedad por conocer el resto de la obra de Waters, ya que Afinidad demuestra una habilidad notable para crear una trama hipnótica.

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