Train
Peter Dexter
Anagrama
383 páginas
La Violencia –con V mayĂşscula– ligada a la idea de la injusticia como reflejo automático siempre ha sido El Tema de la obra de Pete Dexter. Escritor de lĂnea dura y formado en la calle –Dexter, Michigan 1945, supo ser camionero, vendedor ambulante y periodista de choque–, lo suyo es la práctica de autopsias sobre los cuerpos vivos de sus personajes para comprobar de quĂ© modo una acciĂłn o un acontecimiento bestial afecta a sus vidas. El lugar y la Ă©poca es lo de menos, porque para Dexter la violencia está, siempre, en todas partes. Ya sea en la salvaje Filadelfia adolescente de God’s Pocket (1983) y Amor fraterno (1991), en el Salvaje Oeste de Deadwood (1986), en el muy faulkneriano y profundo Sur de Paris Trout (1988, con la que ganĂł el National Book Award) y en la pantanosa y corrupta Florida de El chico del periĂłdico (1995).
Casi una dĂ©cada despuĂ©s de esta Ăşltima, Dexter ofrece en Train su novela más negra. Pertinente aclaraciĂłn: para Dexter –como para Raymond Chandler, David Goodis, James Crumley, Colin Harrison o James Ellroy–, “lo policial” es, apenas, el envase y lo que vale e importa es el pesado y oscuro lĂquido que hay ahĂ adentro. Un destilado de pasiones y pecados y muertes en el que, si hay suerte, se percibe, muy al fondo del paladar, el esquivo sabor de la redenciĂłn.
AsĂ que el año es 1953, la ciudad es la diabĂłlica Los Angeles. Y hay un sargento de policĂa tan sádico como sensible llamado Miller Packard –sobreviviente del naufragio del “Indianápolis”, uno de los episodios más terrorĂficos de la Segunda Guerra Mundial–, y hay un par de caddies negros acusados de doble asesinato y violaciĂłn que no demoran en ser sumariamente ejecutados y hay una viuda a la que le falta un pezĂłn luego de esa noche fatal y hay un periodista más que dispuesto a averiguar la verdad detrás de la historia oficial (marca de la casa Dexter) y, por Ăşltimo, hay otro caddie negro: el adolescente y muy talentoso golfista a escondidas Lionel Walk, mejor conocido como Train, y uno de los personajes más intensos e interesantes de la reciente literatura norteamericana.
El ambiente golfĂstico –largas y perezosas partidas– es el contrapunto casi bucĂłlico para tanta podredumbre; pero es tambiĂ©n en el microcosmos de los links donde Dexter se demora para mostrarnos una y otra vez la estupidez y la codicia de los hombres, y la casi infantil maldad de los poderosos. Y es allĂ donde la mirada y centro moral y condiciĂłn de “puente” entre blancos y negros de Lionel “Train” Walk –el modo en que diagnostica la condiciĂłn humana con la misma sabidurĂa con que elige un palo en particular para un determinado golpe– convierten a esta novela en algo especial y diferente. Una novela que –como el Chinatown de Towne & Polanski– homenajea mientras reinventa sobre el verde de campos tantas veces recorridos buscando embocar hoyos para que vuelva a brotar la sangre tantas veces derramada. Pensar en Train como en el thriller que bien pudo firmar Nathanael West.
Y cerca de un final que parece más o menos feliz –con Packard y Train como tándem triunfando en los campos de golf–, Dexter nos tiene reservado un Ăşltimo y terrible golpe de esos que quitan el aliento y que nos recuerdan, por si hiciera falta, que vivimos en un mundo de mierda o en una mierda de mundo. Y que, aun asĂ, no podemos dejar de leerlo porque por suerte –para bien o para mal– hay escritores como Dexter que insisten en ponerlo por escrito.
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