Por Leopoldo Brizuela
1. En la vigilia, parece la más mediocre de las nenas; vive la vida aburridĂsima que para las niñas de la burguesĂa prescribe la sociedad victoriana. Sin embargo, un dĂa tiene el sueño más maravilloso de la historia de la literatura. Si nuestra “vida está hecha de la materia de los sueños”, su sueño –y los sueños que sueña dentro de ese sueño– están hechos de retazos de la poesĂa más deslumbrante, sobre todo folklĂłrica, jirones iluminándose mutuamente en un fluir siempre imprevisible que por los tiempos de Lewis Carroll nadie siquiera soñaba con llamar surrealista, y que es mucho más que surrealista. Esto bastarĂa para que Alicia fuera mi personaje preferido. Tengo algunas otras razones.
2. Como personaje, Alicia es un logro Ăşnico. Para encantar a las niñas reales a las que el cuento estaba dirigido en primera instancia, el narrador sabĂa que debĂa utilizar los recursos de cuentos populares clásicos, pero operando un cambio suficientemente sutil y violento como para que ellas “no se durmieran” al “no ver ilustraciones”. El personaje de Alicia, aunque inspirado en una de esas niñas reales, sigue siendo un tĂpico personaje de fábula, como los de los Grimm, como los de tantas leyendas extranjeras reciĂ©n traĂdas por los exploradores a la metrĂłpolis del imperio. El inmenso acierto de Lewis Carroll, digo, es dotar a Alicia de dos o tres rasgos mĂnimos, como los que caracterizan a la madrastra de Cenicienta o a Simbad pero que, estoy seguro, ni el mismĂsimo Vladimir Propp encontrĂł nunca en ningĂşn cuento popular de su inagotable inventario.
3. Estos rasgos extraordinarios de Alicia son dos y tienen que ver, como en los personajes de Propp, con lo que “nuestra heroĂna” hace constantemente: a) Alicia es una desaforada: transgrede todas las prohibiciones que puedan impedirle un placer, por desconocido o amenazante que le parezca, y b) no sufre, nunca, lo que todos los lectores sienten por ella: miedo. Las moralejas superpuestas por Perrault a los ambiguos cuentos populares no le han entrado por un oĂdo y le han salido por el otro: anidaron en su cabeza, pero en forma de voces a las que, al contrario de Juana de Arco, atiende por compromiso para despuĂ©s hacer literalmente lo que le viene en gana. Está harta de recordar, sĂ, quĂ© deberĂa hacer si un señor sale detrás de un árbol y le pregunta quĂ© lleva en la canastita, pero tan pronto ve pasar a un apurado conejo entre la fronda sale corriendo ella tras Ă©l (Âży por quĂ© otra cosa, me quieren decir, puede estar apurado un conejo adulto, convenientemente alimentado?). Alicia sabe que la curiosidad no sĂłlo matĂł al gato sino que hizo que la mujer de Barbazul encontrara, en el cuartito secreto, un harem de cadáveres colgados al brochette, pero cuando encuentra, como ella, una llavecita de oro (¡sobre una mesa de tres patas!) la empuña y abre la puerta y se refocila en el más maravilloso jardĂn del mundo. Las crĂłnicas del Imperio Británico le han advertido sobre lo peligrosos y perversos que son los habitantes de las AntĂpodas –los antipáticos, los llama ella– pero ella está fascinada. Los temores de toda madre que merezca el nombre de tal son un run run permanente en su cabeza. Pero como “su” madre se halla sospechosamente ausente, Alicia parece complacerse en hacer realidad esos temores: no sĂłlo cae por el pozo, sino que bebe y come delicias desconocidas que le provocan el efecto de las más explosivas de las drogas. Pero nadie la castiga... ni en su imaginaciĂłn. Alicia toma los sufrimientos como parte indispensable de su aventura, y, lo que es más sorprendente, nunca extraña a sus padres, ni siente que los necesita.
4. Piensen en las novelas, en las pelĂculas clásicas de suspenso Âżhay algĂşn personaje capaz de mantenernos tan en vilo con su sola presencia? PodrĂamos considerar a Carroll el más grande de los escritores de misterio. Al presentar a Alicia, no por lo que hace o dice, sino por las figuraciones de su inconsciente, el lector debe emprender una pesquisa tan intrincada y apasionante como tratar de adivinar la vida de Jeronimus Bosch o de Picasso a partir de sus cuadros.
5. En materia literaria, Alicia tiene poderes casi mágicos. Lo digo completamente en serio: lean sĂłlo el primer capĂtulo a alguien que nunca ha escrito nada: inmediatamente, dentro de Ă©l, una puerta de poesĂa se abrirá. O digan: Alicia, Alicia en el PaĂs de las Maravillas, Alicia de Lewis Carroll, soy yo, soy X.
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