Los suicidas del fin del mundo
Leila Guerriero
Tusquets
230 p谩ginas
Las Heras es la capital nacional del suicidio; adolescente por lo menos. Los hechos lo confirman: entre el 27 de marzo de 1997 y enero del 2000, esta peque帽a comunidad petrolera perdida en el norte de la provincia de Santa Cruz fue sacudida por una ola de suicidios que estall贸 sin dar aviso. Hubo 22 suicidios, 22 muertes sin culpables. Y todos los casos estuvieron marcados por el mismo signo: lo inexplicable de la muerte joven, un enigma s贸lo entendible por la persona que tom贸 la decisi贸n y se llev贸 sus razones a la tumba.
Tanto suceso macabro pasar铆a sin muchos retoques como trama de una novela policial, aunque, como demuestra la periodista Leila Guerriero, no hace falta inventar personajes, historias secundarias, romances y odios en pa铆ses de nombres complicados para resaltar la sorpresa t茅trica detr谩s de tanta tragedia cercana. S贸lo una chapa aclaratoria basta para dividir las aguas de la ficci贸n de su reverso: 鈥淟os hechos y circunstancias aqu铆 narrados son reales, pero algunos de los nombres de las personas citadas fueron cambiados鈥. As铆, exactamente as铆, y para dejar las cosas en claro, arranca Los suicidas del fin del mundo, libro cuyo mapa introductorio 鈥搎ue adorna las primeras p谩ginas como si se tratara de una gu铆a tur铆stica鈥 excede sus funciones orientativas. Resulta que, adem谩s de servir como diccionario geogr谩fico, introduce la personalidad melanc贸lica de ese macropersonaje que es el pueblo y que interviene en cada momento: su aislamiento en la m煤ltiple extensi贸n del paisaje patag贸nico o su casi an贸nima forma de ser como punto cartogr谩fico.
Fundado el 11 de julio de 1921, Las Heras creci贸 al mismo ritmo en que se iba vaciando, impulsado por la fiebre del petr贸leo que desde fines de los 鈥70 atrajo a trabajadores golondrina de todo el interior para probar suerte. Hasta que 鈥揺n la d茅cada del 鈥90鈥 YPF pas贸 a Repsol y el desempleo trep贸 a un insoportable 25 por ciento en una poblaci贸n de 9300 habitantes. Sin embargo, no es s贸lo eso: la lectura de Los suicidas del fin del mundo, cr贸nica que pone m谩s el acento en el costumbrismo que en la tarea de destapar ollas, ense帽a que la peculiaridad no est谩tica de la composici贸n demogr谩fica de Las Heras es s贸lo la puerta de entrada para entender la causa de tanto suicidio adolescente. Con tres a帽os de investigaci贸n a cuestas, Guerriero presenta un relato coral y polif贸nico en el que, ante la ausencia obvia de los verdaderos actores (los muertos), relucen las voces de los miembros de su entorno inmediato 鈥損adres ausentes o abusadores, madres p煤beres y sumisas鈥, presencias reconstruidas locuazmente a trav茅s de un clima de intimidad que la autora infunde a sus entrevistas con agilidad y sin erradicar la distancia privativa que separa al entrevistador del entrevistado.
Guerriero nunca disimula ni esconde su 鈥渆xtranjeridad鈥. Su mirada es la del que se asombra por la cuota pintoresca y t茅trica del paisaje, sabiendo de antemano que su paso por all铆 es ef铆mero, circunstancial. Mira, escucha y cuenta: m谩s que respuestas, lo que busca (y encuentra) son impresiones y desahogos que hagan m谩s palpable el mapa de la muerte. De alguna manera, Guerriero arroja la misma hip贸tesis que Mar铆a Cristoff utiliza en su Falsa calma: el ambiente 鈥揺n este caso, la presencia fantasmal del desierto patag贸nico como escenograf铆a鈥 ejerce sobre la gente un influjo tan poderoso que moldea hasta las identidades. Y el resultado, como muestra Guerriero, es una seguidilla de personajes macondianos o sacados de Twin Peaks: un peluquero descorazonado con aires de vedette, una locutora que regentea un puter铆o, el due帽o de una radio fan谩tico de la m煤sica electr贸nica, en fin, individuos cruzados por el empuje del 鈥渜uerer ser alguien鈥 y frenados por el tedio, la soledad hist贸rica y la violencia intr铆nseca de una ciudad sin cines, librer铆as, quioscos ni lazos sociales fuertes, donde la muerte violenta se escabulle entre los hechos comunes de todos los d铆as.
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