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Domingo, 23 de octubre de 2005
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Gilman

No dejes la poesía para mañana

Una mirada moderna para versos clásicos.

Por Ariel Schettini

Mejor mañana
Claudia Gilman
Paradiso Ediciones
45 páginas

Hace algunos años, Claudia Gilman publicó una novela en colaboración, Preciosas cautivas, que aun cuando no provocó gran estruendo, tenía una voz muy particular de dos mujeres que se escribían cartas desde ciertos exilios. Luego, Entre la pluma y el fusil fue una investigación acerca del rol de los intelectuales latinoamericanos en las décadas del ’60 y del ’70. En cada caso, su debut en cada uno de los géneros fue para sostener una diferencia con respecto a las voces más esperables de la cultura argentina. Mejor mañana, su primer libro de poemas, no es una excepción a esa serie de irrupciones. El libro está compuesto de una mezcla de materiales que son raros en la poesía argentina. Una voz que hace eco de poemas clásicos se confronta con una reflexión constante sobre la pertinencia de las palabras. Se trata de un pequeño volumen de poesía de apenas 15 poemas que condensan un mundo de observación microscópica del lenguaje, como si las palabras no fueran sino un conjunto de insectos coleccionados en el terrario y las viéramos actuar como para que nos digan algo de nuestra propia organización: “hay que buscar urgentemente lo pequeño donde la vida es más/ veloz: hormiga, partícula, cangrejo sirí/ la luz donde lo nimio es infinito apenas concebible”.

Pero para hablar de este libro hay que nombrar los lugares centrales de esa poesía clásica revisitados por una mirada extrañada y quebrada, como si no dejara de mirarse mirar. La fugacidad del ciclo de la vida humana y la insistencia de las cosas más triviales de volverse mágicas frente a la mirada azorada de la poeta, son algunos de los temas que se remontan sin duda a una tradición muy antigua, pero dichos por la voz de Gilman se renuevan: “Si adormecido en vela me escuchaste/ entrelazar despojos de la herida/llorando por la carne que se abría/ por mí también tu sangre derramaste”. El verso clásico ironizado allí quedó casi al borde del humor y, sin embargo, detrás de su queja barroca, oculta uno de los modos más modernos de pensar la fugacidad inexorable de las relaciones amorosas.

También el libro, como es una reflexión acerca de la casi imposibilidad de escribir poesía, discute las verdades del conocimiento científico y las de la poesía, como si en algún lugar ambas fueran parte de la misma sorpresa, el mismo entusiasmo y casi el mismo modo de conocer el mundo.

Mejor mañana es uno de esos libros que trabaja minuciosamente la relación entre las palabras y su objeto y que, por eso, muestran al poema como un laboratorio donde se prueban espacios, posiciones y recorridos experimentales.

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