POR ALICIA PLANTE
Pensaba en Dostoievski, en Kakfa, en Lawrence Durrell, en mi amada Virginia Woolf... Me hacÃan guiños el hombre del rÃo que sobrevive a Haroldo Conti, la mujer que Paul Bowles deja quebrar, acunada en los blancos tules de la pena, también aquel que compra un espejo porque en él se reflejó su amada, y GarcÃa Márquez sabe muy bien cómo herirnos de por vida con estos seres..., cuando de golpe, mientras recorrÃa el torbellino de los ojos y los gestos que les puso encima mi lectura, aparecieron otros que me llegaban intactos desde atrás, cuando los dÃas del verano vacilaban menos y eran para los libros, y en las noches de invierno me dejaban leer en cama hasta las once. Y se instalaron a mi alrededor, a esperar, a ver qué hacÃa con ellos, los que me poblaron en la infancia. Yo los recordaba con un cariño entrañable, pero sin darles importancia: Tarzán, Robin Hood, Tom Sawyer, la Jo de Mujercitas, Azabache, Sherlock Holmes, Platero, Mr. Reeder, Los Tres Mosqueteros... Estos personajes, pensé –y me dejaba estar, que sufrieran un poco ellos como habÃa sufrido yo, gozando como loca del suspenso–, estos personajes decÃa, eran y son personas dentro de mÃ. Y mientras recorrÃa sus perfiles amistosos tratando de buscar la mano de uno solo, descubrà por qué me resultaba difÃcil: en aquella época uno todavÃa tiene los huesos blandos y no se sabe realmente si seremos altos o bajos, buenos o malos. Pero ellos se quedaron conmigo porque cada uno es el sÃmbolo oculto de algo que valoro y defiendo, y trato de incorporar a mi vida.
Tarzán no se cree superior a los animales porque es como ellos: noble, puro, inocente. Como Numa, como Tantor, como Sheeta. A Robin Hood le importa especialmente el otro, es solidario, es justo y hace justicia a su modo, quizás el único posible. ¡Jo escribe! Y navega por aguas profundas y a veces oscuras: las de ir creciendo. Tom Sawyer es la delicia de la travesura, es la aventura interminable, es la alegrÃa de explorar cuanto lo rodea..., porque Tom será un chico solo, pero también y sobre todo es un chico libre. Azabache, en cambio, es el dolor de estar vivo en el mundo, es la vÃctima perpetua del abuso y la injusticia, es todos los esclavos, todos los oprimidos, y quizá por nadie lloré tanto como por él. Sherlock Holmes, un amor a primera vista, me enroló en la cruzada de la lógica pura, del pensamiento riguroso que deduce la verdad. Para mÃ, él encarna el origen de la ciencia y de la duda sistemática, es el voluptuoso y adusto placer de la inteligencia. A Mr. Reeder no lo conoce nadie, a mà me importó tal vez porque en él la vejez es sólo una apariencia y eso lo vuelve inmortal. Los Tres Mosqueteros son la exaltación de la vida, porque sin grupos, mal que le pese a Robinson, no se sobrevive. Y finalmente Platero, que es ternura, belleza, todo lo más vulnerable e indecible del ser.
Y decido hacer trampa porque la consigna era otra. Pero yo no puedo separarlos para quedarme con uno, los elijo a todos y ellos rÃen, se suman, se entremezclan y forman un ser humano, el mejor, el que aspiro a ser...
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