Sangre en las botas
Omar A. Ramos
Ediciones B
347 páginas
¿Una novela realista lo es porque describe una época o por su abordaje formal? Esa es la primera pregunta que surge luego de leer Sangre en las botas. El tÃtulo, de por sÃ, lo dice casi todo. En especial por la situación polÃtica que atravesó la Argentina entre 1976 y 1983.
Roberto y Marcelo, sus personajes, hacen la conscripción y por cierto la pasan bastante mal. Las herramientas que utiliza Omar Ramos apuntan a recrear y ser fiel al lenguaje de aquellos años. Una suerte de reconstrucción lingüÃstica: cómo se hablaba, qué códigos trasmitÃa una generación altamente politizada. Es en ese tiempo donde al oÃdo del lector el lenguaje se vuelve un faro. La zona iluminada resulta ser el modo en que se expresaban aquellos adolescentes. Que, por supuesto, participan de una tragedia y asà lo entendÃan con creces. De inmediato el lector participa ya no de la estadÃa en un cuartel sino de la agonÃa dentro de una cárcel. A un oficial se lo llamaba “La Panteraâ€. Es uno de los personajes que debate a diario sobre la polÃtica del régimen y en todo momento está instalada esa visión paranoica, desbordante de las fuerzas represivas, de ver comunistas por todos los rincones.
Como un cuerpo de sentido y con un tono autónomo, relucen las cartas de Silvia desde ParÃs a uno de los conscriptos. La mujer, militante de la entonces Juventud Peronista, envÃa cartas desde el viejo continente y es una muestra de lo que ocurre en la escritura cuando es acompañada por el fluir de la sangre, las entrañas y las vÃsceras.
Silvia le pide a su novio que abandone el servicio militar y comienza a relatar su vida cuando aún habitaba Buenos Aires. “Como toda revolución que no triunfa aquello fue un caosâ€, dice uno de los personajes y se advierte en todo el libro que algo está por ocurrir.
En sus dÃas de franco, Marcelo visita a un viejo anarquista a cargo de una librerÃa o va al hotel alojamiento con Silvia y se produce uno de los diálogos más conmovedores del libro. También brilla lo que dice el padre de Roberto, cuando le reprocha en un ataque de furia a su hijo militante: “Bueno, peronista, comunista, es lo mismoâ€.
Distinciones que quedarán a cargo del lector y de las interpretaciones posibles que trasciende la historia.
Se ve lo sórdido: la superpoblación en las villas miseria junto a los operativos que ahondaron más y más la herida. En ese contexto la escritura desborda el género realista. En especial los abundantes parlamentos de los militares en cuestión.
Hace falta decirlo: la literatura vale más cuanto más se saca para que pueda brillar lo que se publica. Aquà el escritor produce la impresión de tropezar con su propio mundo y es allà donde el barco no naufraga, pero los barquinazos se sienten en el trayecto. De todas formas, con trazos vibrantes, Sangre en las botas es el testimonio de un testigo en peligro. De un hombre que ante una maquinaria de anular y matar elige pensar, actuar y escribir.
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