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Domingo, 12 de febrero de 2006
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De colección

La vuelta al mundo

Poesía africana, iraquí y hasta argentina en libros objeto de factura muy original.

Por Juan Pablo Bertazza
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Hay una complicación que suelen tener los viajeros: la cuota de snobismo que implica siempre la condición de turista. Para colmo, como ya lo expresó Cortázar en Rayuela, no hay turista más ridículo que quien se empeña en negar su condición, pretendiendo confundirse con los nativos. Tan serio es el inconveniente que, a fines de los 80, se le dio el mote de síndrome de clase turista a los problemas circulatorios que traen aparejados los largos viajes en micro o avión, por lo que los médicos recomiendan ponerse en acción, ejercitar asiduamente los miembros inferiores y no pegar el culo en el asiento. Y está muy bien, pero otra buena forma es acceder a la sensibilidad de quienes viven en otras latitudes. Y para eso, ¿qué es mejor que la poesía, eterno turista del mercado editorial?

Así lo vieron los creadores del proyecto editorial Clase turista, quienes se proponen reunir en verdaderos libros-objeto de poemas, un mayor caudal informativo de lo que aparece en las secciones internacionales de los periódicos o en las guías del estilo Routard.

En Salvad a copito. Pequeña antología de poesía africana contemporánea, las frías estadísticas de desnutrición infantil toman otro calibre cuando leemos a Francisco Zamora Loboch: Madre: / dame esa lanza,/ esa vieja lanza,/ y ya no habrá más tiranos,/ nunca más dictadores/ sobre mi pueblo, sobre tu miseria/ sobre tu miedo.

Yaaa Aliiiiiiii es la pequeña antología de poesía iraquí contemporánea, donde sucede otro tanto cuando los eufemismos y mentiras narrados por la CNN son desmascarados por algunos versos de gran densidad poética: Soldados marchan/ sobre los cuerpos de los pobladores/ luchando contra el hedor/ cantan/ la libertad es bella/ ellos entregan/ envueltos en democracia,/ coloreados de libertad,/ Paquetes de/ cuerpos sin nombre, mutilados, desnudos, quemados/ estallados, sin contar.

Lo llamativo es que esa mirada del turista abierto a la sensibilidad ajena también puede aplicarse en el país propio, como si el concepto de nacionalidad fuera una falacia. Por eso, Esteban Castromán, Lorena Iglesias e Iván Moiseff (poetas y promotores de este proyecto) nos ofrecen en Horny Housewife kidnapedd una perspectiva extrañada, sexual y fresca de nuestro propio entorno: Ayer fuimos de paseo/ al barrio chino de Belgrano./ Comimos hongos, arroces, tallos de bambú./ también rompimos la galleta de la suerte./ Decía: “Este turco/hijoderemilputa/ se choreó/ toda la plata”.

Los atractivos libros de Clase turista vienen forrados con material que funciona como sinécdoque de la región del mundo en cuestión (el de poesía africana, por ejemplo, viene con un pelaje blanco que podría ser el de Copito) y una etiqueta que recuerda las estupideces que suelen comprar los turistas para demostrar que estuvieron donde dicen. Como para no olvidar que no hay mejor souvenir que un objeto bello por fuera y poético por dentro.

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