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Domingo, 12 de marzo de 2006
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Mario Sampaolesi

Loco por ti

El ardor del fetichismo por una estatua es el centro del auspicioso debut narrativo del poeta Mario Sampaolesi.

Por Juan Pablo Bertazza
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La vida es perfecta
Mario Sampaolesi
Alción editora
175 páginas

El Veronés Paolo Caliari, que llevó a su máximo esplendor la escuela veneciana del renacimiento italiano, hizo –entre tantas obras– una pintura cuya irreverencia le granjearía serios problemas con la Inquisición. Como usaba los cuadros bíblicos de excusa para homenajear y también burlarse de la Venecia del siglo XVI, se vio obligado a cambiar el título de La última cena por el de Cena en casa de Leví para salvarse de la hoguera. Simple cuestión de palabras. Pero palabras de las cuales pende la vida.

En el centro de La vida es perfecta –que, con el subtítulo de Variaciones sobre un libro de poemas, es la primera novela del poeta Mario Sampaolesi, director desde 1992 de la revista semestral de poesía Barataria– se encuentra Veronesa, la Venus blanca, una escultura de un metro sesenta que perteneció por un largo período, precisamente, al célebre Veronés. Luc, protagonista y fetichista de la novela, mantendrá un vínculo amoroso y sexual con la estatua, rescatada por su familia luego de la Segunda Guerra Mundial. Pero no sólo eyacula al calor del mármol blanco de la Veronesa, sino que tampoco puede dejar de excitarse con una serie de estatuillas eróticas de marfil. La perversión que, con rigor obsesivo, nos describe Mario Sampaolesi hace recordar al cuento “La cabellera” de Maupassant, en el que un demente enamorado (valga la redundancia) se acostaba cada noche con una peluca que había encontrado en un cajón.

En La vida es perfecta, que se ubica en ese intermezzo entre novela y poesía, visitado –entre otros– por el Herman Broch de La muerte de Virgilio, está grabada la atmósfera de un libro de poemas de Sampaolesi que lleva como título Miniaturas eróticas. Con lo cual no sorprende que la novela tenga tantas pinceladas características del lenguaje poético. Como la yuxtaposición de dos o más tiempos verbales en un mismo verbo, a partir de la cual Sampaolesi parece poner eficazmente en práctica, además de la fragilidad de la memoria, una idea que a Henri Bergson le llevó muchos años y libros: la duración. “Su visión se detendrá, se detiene, en un rostro desesperado.” Es decir, así como el filósofo vitalista descubría que la realidad entera es duración, Luc (tal vez el propio Sampaolesi con su obra) intentará configurar esa línea compuesta de instantes como un fluir único, una continuidad inseparable que no entiende de tiempos. Pese a lo cual, y aunque por momentos cueste creerlo, La vida es perfecta sí es una novela. Es más: tiene perfectamente recortado su objeto: la historia de amor (y sobre todo desamor) de Luc y Emilia. Entre París (donde Sampaolesi vivió entre 1989 y 1991) y Buenos Aires, con encuentros y desencuentros que nos traen por momentos a La Maga y el escultor Horacio Oliveira, su relación, como no termina, se contamina mal. Y con tanto fetichismo sexual, miniaturas eróticas y demás obsesiones que generan en Luc una desesperante pasividad que él entiende como sagrada, las cosas con Emilia se pasarán de castaño oscuro.

Y justamente los colores tienen un papel preponderante en la novela. La historia ente Luc y Emilia no es el único vínculo que desarrolla el libro, sino que también está la historia de amistad entre el poeta y Martín, un pintor que siempre obvió en sus cuadros los colores estridentes y que, en una especie de vuelta de lo reprimido, vive a pleno rojo la última escena de su vida, al morir ensangrentado de un cáncer de garganta. Trazar hasta con la propia vida los últimos detalles de la obra, al igual que Kafka (poco antes de morir) quedándose mudo mientras escribía su último relato: “Josefina, la cantante”, el artista de La vida es perfecta, poco antes de que llegue la parca, “extiende su mano y le hace una caricia a la tela”. La biografía al servicio de la obra, tal es el sentido de la frase que le da título al libro. Como en una elaborada paleta de colores, la mezcla entre fluidez narrativa y profundidad poética trae como resultado un color que es, al mismo tiempo, interesante y original.

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