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Sábado, 20 de julio de 2002
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Entrevista

Pura maledicencia

Angélica Gorodischer “bajó” a Buenos Aires para presentar su última novela, Doquier. Radarlibros conversó con ella sobre la novela histórica, el secreto como motor de la historia, las políticas del género en la literatura y la ciencia ficción.

Por Claudio Zeiger
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Si algo anda por doquier, significa que se encuentra en todas partes. Angélica Gorodischer piensa un instante y se dispone a dar un ejemplo, una miniatura representativa de su estilo: “Hay florcitas por doquier”, dice, y sonríe satisfecha. En Doquier, su último libro (y número dieciocho de su prolífica obra), la escritora rosarina escribe sobre una ciudad que no es Rosario y sobre una cantidad de secretos, verdades a medias, susurros sobre posibles crímenes, enigmas dichos en voz baja, diseminados por todas partes. La paradoja del caso es que el narrador les hace creer a todos que se encuentra paralizado por una enfermedad; desde su silla o su cama, postrado en una herboristería, escucha a todos los que vienen a hablar (generalmente mal) de los otros. Por utilizar otro término caro a este libro, la maledicencia se hace sentir con fuerza en esta ciudad portuaria de fines del siglo XVIII.
Novela de intrigas, novela de ambigüedades sexuales y de género, novela de disfraces y referentes reales borrados, Doquier apela a un léxico extrañado que causa efectos entre cómicos y paródicos de la novela histórica. En Doquier hay “sacabarros”, “señoritingos”, “mollizna”, “toldillas”, por no decir que algo es “untuoso” o nos viene “de perillas”. Pero no hace falta correr al diccionario: Angélica Gorodischer dice estar muy lejos de la intención de rigor histórico, a punto tal que advierte en una nota introductoria que no hay por qué considerar a Doquier como una novela histórica. Cuando se le pregunta por qué pensaba que había que advertirle semejante cosa al lector, Gorodischer responde: “Porque es una novela que transcurre en el siglo XVIII. Hay datos que marcan la época, pero más o menos, porque no tengo interés en dar mucha precisión. No me importa si hay algún anacronismo. Recuerdo una frase que dice: En la historia todo es mentira, menos las fechas y los nombres, pero en la novela todo es verdad, menos las fechas y los nombres. En definitiva, yo puedo mentir todo lo que quiera en los datos históricos y presentar una mentira con el ropaje de lo verosímil”.
Hecha la advertencia, se puede agregar que además de los personajes de carne y hueso, las casas son importantes protagonistas de la novela, porque al fin y al cabo ellas guardan secretos y, definitivamente, Doquier es una novela sobre el secreto; sobre todo, acerca de cómo conservarlos cuando los secretos se convierten en intriga y las fuerzas de la curiosidad (incluidos los lectores) quieren saber, romper el secreto.
“La ciudad no es Rosario, seguro. Puede ser cualquier ciudad portuaria del Nuevo Mundo hacia fines del siglo XVIII, y muy probablemente sea Buenos Aires. Es una ciudad en formación, donde todo el mundo se conoce y sabe lo que el otro tiene entre las piernas y cuánto tiene en el bolsillo. Las casas me intrigan mucho. ¿Qué hay en las casas? ¿Cómo vive la gente en los interiores? Las casas protegen los secretos de las personas.”

LA FUGITIVA
Se suele decir por ahí (¿por doquier?) que Angélica Gorodischer es la escritora que entró a la varonera ciencia ficción argentina para demostrar que podía ser también cosa de mujeres. Ella confiesa haber entrado por otros motivos y también haberse cansado de la CF, pero que igual, cree, cenizas quedan.
“Empecé en la ciencia ficción porque me tentaba la enorme posibilidad de inventar un mundo, lo cual no es del todo cierto porque cualquier género te da esa libertad. Pero yo era idiota, entonces, y no me había dado cuenta. Una vez que escribí tres o cuatro libros de ciencia ficción me cansé y lo dejé, incluso ya no leo ciencia ficción, me parece horrible el ciberpunk y abomino de los hijitos de Tolkien que escriben novelas con princesas, dragones y magos. Nunca tuvo mucho sentido hablar de los imperios intergalácticos en un país donde no funcionaban ni los teléfonos, pero de todas maneras era interesante hacer ciencia ficción en América latina, porque como realmente no se podía hablar del reino intergaláctico, hablábamos de otras cosas: de mundos paralelos, de las paradojas del tiempo, de los condicionales contrafácticos”. Ante la mirada alarmada de este reportero, se apresura a explicar: “Un condicional contrafáctico es, por ejemplo: ¿qué hubiera pasado si el Eje ganaba la Segunda Guerra, y en vez de Alemania, el país dividido hubiera sido Estados Unidos?, como plantea una novela de Philip Dick. Pero la marca de la ciencia ficción es muy fuerte y creo que en todo lo que escribo se nota algo. Siempre quedan huellas”.

MUJERES HONORARIAS
Además de haber escrito ya dieciocho libros y haber abandonado la ciencia ficción, Angélica Gorodischer se destaca por organizar el Encuentro Internacional de Escritoras en Rosario desde 1998, evento que este año (se hace cada dos) no se podía hacer como los anteriores por falta de plata. Pero las entusiastas mujeres se las arreglaron para no quedarse con las manos vacías. Este año se hará en el MALBA un encuentro de mujeres de América latina y la gente de Rosario vendrá a sumarse aquí para participar de la iniciativa.
Gorodischer está dedicada desde hace años al rescate de mujeres escritoras de todos los tiempos, países y tendencias y a la reivindicación del género. En los encuentros también suelen premiar a varones designándolos “mujeres honorarias”, distinción que hasta ahora lograron Mempo Giardinelli (con barba y todo), Fernando Chao, director del centro cultural de la ciudad donde se realizan los encuentros, y el lingüista boliviano Luis Antezana. “Pero no se trata de adular a las mujeres y decir qué maravillosas son, sino de destacar una ubicación con respecto a la temática de género, una postura política hacia el género, y además haber hecho algo concreto.”
Pero a pesar de su activismo de género, Angélica Gorodischer no suele ver con buenos ojos los excesos en los que suelen caer ciertas escritoras latinoamericanas a la hora de copar el rubro. “Lo que pasa es que en todo movimiento hay quien se monta en la ola y decreta una moda, pero las modas paralizan las cosas. Creo que algunas escritoras entienden mal el problema: creen, y afirman, que todas las mujeres son maravillosas y no es así. Ni los hombres son los malos. Lo que sucede es que, si no organizamos congresos para mujeres, todos los encuentros literarios suelen ser hegemonizados por hombres, que además se suelen tomar el derecho de hacerte callar. Los hombres no son malos de por sí, lo que sucede es que vivimos en una sociedad patriarcal.”

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