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Domingo, 30 de abril de 2006
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Kjartan Flogstad

Sangre blanca

Un policial noruego de la mejor estirpe: crimen y lirismo al mismo tiempo.

Por Juan Pablo Bertazza

El cuchillo en la garganta
Kjartan Flogstad
Lengua de trapo
253 págs.

Más allá de las agotadoras subdivisiones a las que se ha sometido al policial, podría pensarse en una clasificación quizá más básica pero por eso mismo imprescindible: hay policiales que esconden una belleza lírica y una profundidad reveladora, en los que el misterio no parece ser el crimen en cuestión sino el mismo largo día de vivir. En esa línea estarían por supuesto Borges y Poe, y los cartuchos con los que Onetti cargó las armas de su melancólica belleza. Por el otro lado, estaría el policial crudo al estilo Simenon. Sería impertinente decir que la aparición de este particular policial de las regiones escandinavas pertenece, sin ningún tipo de dudas, al primer grupo. Sin embargo, si se pudiera por un instante evadir esa prudencia que hegemoniza la crítica literaria, sería lícito pensar que El cuchillo en la garganta es una novela negra escrita magníficamente, como hace tiempo no se veía.

Noruega es uno de esos países de los cuales no nos ha llegado demasiada información acerca de su literatura y, a decir verdad, tampoco de su condición política. La primera novela de Kjartan Flogstad llegó para sacarnos de encima la modorra, y meternos por nariz varias verdades sobre los abusos que la sociedad posindustrial y la siempre bien ponderada socialdemocracia han generado en el país.

Gust Heimstad es un exitoso empresario que lleva adelante una fusión entre una vieja compañía minera y el poderoso grupo Nofas, lo cual además de pingües ingresos genera una marcada reducción de personal. Casado con la bellísima enfermera Ann Dante (la alusión al autor de La Divina Comedia no es casual), se caracteriza por encarnar el prototipo del socialdemócrata: “él se hubiera prestado en cuerpo y alma para que el transporte de los judíos a las cámaras de gas contara con todas las condiciones sanitarias aceptables”. Un hombre que hasta muerto resulta sensato y razonable.

Y Gust se vuelve un cadáver a causa de la sed entre felina y maternal de Ann, quien posa sus ojos de gato en un hombre que está en los antípodas de su marido: El minga, un eterno estudiante que, cuando le faltaban sólo algunas brazadas para cumplir la proeza de llegar en nado a América, decidió volver nadando a su continente. Curiosa decisión. Y curioso el crimen también. Pero se trata de un asesinato que sirve de cortina para mostrar una riqueza literaria asombrosa, como una pistola de juguete con la que se roba todo un banco.

Especialista hispánico y traductor de nombres como Neruda, Carpentier y Octavio Paz, Kjartan Flogstad ha conseguido la fluidez narrativa de Mankell y la densa belleza de películas como La pasión de Ana, Vergüenza o Persona, si Bergman las hubiera vuelto libros. El resultado es una novela negra deliciosa y pura. Pura como esa verdad a la que tiene que enfrentarse el anti-detective del libro Svein Okeid: “Sólo la verdad es blanca como la cocaína, y también la verdad se digiere mejor en pequeñas dosis”. Kjartan Flogstad demostró que sabe cómo tomarse la verdad. Lo que augura y garantiza una lectura provechosa.

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