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Domingo, 24 de diciembre de 2006
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Lea, muera

El escritor inglés Peter Akroyd, junto a un profesor y una camarilla de “críticos internacionales”, acaba de editar en el Reino Unido Los 1001 libros que debe leer antes de morir, y su recorte ya despierta disidencias.

Por Sergio Di Nucci
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El libro no quiere ser una calle marginal, curiosa, única e intransferible. Sino una avenida luminosa, pop, con necesidad de urgencias. La idea que está por detrás de esta elección es que se tratará entonces de un libro más democrático, menos elitista. En la contratapa se puede leer: “Esta obra se ofrece como una guía incisiva de los libros que han tenido enorme impacto, sea bajo la forma de aclamación por parte de los críticos, o en tanto obras de culto”. Y con algo de humor negro en el título, que delata sus orígenes británicos, el novelista y crítico Peter Akroyd y el profesor Peter Boxall proponen esta obra curiosa: Los 1001 libros que debe leer antes de morir, que aguarda su traducción al castellano.

El criterio elegido por los autores es entonces privilegiar el mainstream, y preferentemente el conformado por lecturas que ha privilegiado el universo cultural anglosajón. Así, desfilan mil y una obras de autores ineludibles, y no tanto, en el panorama mundial, dentro del período que va desde los tiempos anteriores al siglo XVII hasta el XX, incluidas las más celebradas en estos casi seis años del nuevo siglo. La guía –conformada por un equipo de “críticos internacionales”– ha molestado en países no anglosajones porque al parecer en la selección primaron sólo aquellas obras de esas otras literaturas que fueron traducidas al inglés (los italianos no pueden entender por qué aparece tantas veces Italo Calvino, por ejemplo). Pero acaso el mayor equívoco en que incurre la guía de Akroyd y Boxall consiste en que orienta (limitando) el rastreo de obras que cualquier búsqueda permite calificar como estrictamente original. ¿Es necesario decir que existen determinados tipos de libros, ostensiblemente poco ilustres, que pueden ejercer un impacto que sólo a posteriori se percibe como contundente, un tipo de libros poco inducidos por el ambiente cultural en el que aparecieron? Obras en definitiva que tienen la virtud de iluminar poderosamente al lector, y que no pertenecen a la lista de los muy rutinariamente encomiados.

La vida es corta, se repite en Los 1001 libros que debe leer antes de morir. Y por eso mismo, ¿quién de entre nosotros está dispuesto a leer toda la obra de autores, tan primorosamente recomendados aquí, como Paulo Coelho, Saramago o Kundera?

Muchas de las elecciones no escapan por cierto a ese círculo que conforman la universidad, los críticos y el periodismo cultural (alguna vez campos opuestos y hasta antagónicos, hoy, para desgracia de la literatura, muy armoniosos entre sí). ¿No termina siendo entonces una elección muy elitista en suma, la que está hecha por un gusto que forja la universidad y la crítica? Para descomprimir un poco las cosas, en el prólogo Akroyd exhorta a leer todo lo que podamos, pero siempre a condición de que sea antes de ingresar a las carreras de Letras. “Porque aquello que fue lindo, como leer una gran novela, se convertirá en algo tedioso.”

El recorrido de esta nueva guía literaria versión siglo XXI se ofrece entonces al lector rioplatense que adora la avenida Santa Fe, y no al que prefiere esa calle lateral, más oscura, menos poblada. A ese lector la guía lo llamará “caminante elitista”, también muy equívocamente.

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