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Domingo, 18 de marzo de 2007
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En foco

El ultrahombre no se rinde

¿Qué fue del pensamiento de Nietzsche más allá de la apropiación individualista de la new age? La filósofa argentina Mónica Cragnolini indagó en la posibilidad de aprovecharlo para pensar la otredad en su radical diferencia. Y además, Jean-Luc Nancy, el último post-nietzscheano francés, desmonta la actualidad del cristianismo en Occidente.

Por Cecilia Sosa

Moradas nietzscheanas
Mónica Cragnolini

Editorial La Cebra
203 páginas

La deconstrucción del cristianismo
Jean-Luc Nancy

Editorial La Cebra
91 páginas

¿Cómo pensar la relación con los otros desde Nietzsche? La propuesta podría parecer osada para aquellos que siempre vieron en Nietzsche al pensador del individualismo y el egoísmo más extremos. En Moradas nietzscheanas, Mónica Cragnolini —doctora en Filosofía de la UBA— aporta una nueva mirada sobre el más bigotudo de los filósofos contemporáneos.

En seis capítulos que reúnen ensayos publicados entre 1999 y 2001, Cragnolini brinda una visión de la subjetividad nietzscheana que permite un acercamiento radicalmente nuevo a uno de los problemas más acuciantes: la xenofobia y la intolerancia frente a lo distinto.

Si es conocida la crítica que Nietzsche propinó a la idea de sujeto moderno (esa “sombra” que busca sostener la ilusión de fundamentos luego de la muerte de Dios), no lo es tanto la noción de Otro que se deriva de ella. Frente a la idea de individuo autónomo y seguro de sí que domina el mundo bajo una lógica del intercambio mercantil, Cragnolini señala en Nietzsche los gérmenes de un nuevo modo de concebir el sí mismo y el otro a partir del extraño concepto de entre, ese remoto e inasible espacio que se abre cada vez que se entra en contacto con lo distinto. Una forma de construcción de la subjetividad donde toda posibilidad de seguridad y dominio se vuelve imposible. Y no sólo porque ese otro será siempre inescrutable y opaco; también porque ese “yo” está, de entrada, habitado por otros.

Para la autora, esta inquietante perspectiva nietzscheana rompe contra toda lógica de identificación con un supuesto “prójimo” y se abre, en cambio, a una concepción de lo distinto donde el “yo” no puede más que exponerse sin reaseguros frente al otro. Es así como la amistad o el amor (y todo vínculo) no podrá ser concebido como ganancia sino como pérdida, gasto; en definitiva, como riesgo y peligro. Cragnolini postula que ésta es la idea que mora en la figura del ultrahombre (más conocido como el superhombre) nietzscheano que, lejos de un supuesto egoísmo, promueve la donación de sí y el encuentro en la diferencia.

En su último capítulo, Cragnolini invita a pensar una noción del amor lejos de las concepciones contemporáneas que exigen reciprocidad, simetría e igualdad de derechos; un amor que se brinda como don y regalo. Un amor que, como escribe Musil en El hombre sin atributos, invita a “vivir con el otro en un mundo recién descubierto”.

Pero, ¿cómo leer estas líneas de fuga nietzscheanas a la luz de los problemas contemporáneos? Porque justamente, señala la autora, lo que adviene —lo que nos toca y provoca— es el tembloroso reino de la otredad; el terreno de minorías étnicas, sexuales y culturales que se resiste a todo intento de dominación a partir de la simple “tolerancia”. Por eso, para Cragnolini, pensar la idea del “entre” se vuelve tan urgente: sólo a través de una subjetividad basada en la tensión es posible pensar al diferente en una distancia sin asimilación y una cercanía sin apropiación.

Ahora bien, ¿cuál es la relación entre esta subjetividad nietzscheana con un librito que lleva al sugerente y provocador título de La deconstrucción del cristianismo? Pues bien, su autor, Jean-Luc Nancy, forma parte junto a George Bataille, Maurice Blanchot y Jacques Derrida de una cofradía de oscuros ilustres —cientos de veces criticados por su cripticismo, su extraña afición lúdica y preciosista por la palabra—, que del otro lado del mundo ejerció la escritura como un extraño modo de comunidad: la casta de los filósofos post-nietzscheanos.

Nancy, nacido en Bourdeaux en 1940 y profesor de la Universidad Marc Bloch de Estrasburgo, es autor de una obra tan delicada y extensa como poco traducida al español. Por eso resulta bienvenido este pequeño libro que llega en cuidadísima edición bilingüe y bellamente presentado por Cragnolini. El ensayo marca, además, el regreso de Nancy a la vida (no sólo académica) a mediados de los ‘90, luego de un trasplante de corazón.

¿Qué significa intentar hoy una deconstrucción del cristianismo? ¿No es una misión que ya ha quedado demodé? Nada de eso. Para el autor, la experiencia tiene absoluta vigencia porque la totalidad de nuestro pensamiento sigue siendo “de cabo a rabo” cristiano. Y asegura que somos cristianos, aun no siendo piadosos, aun siendo ateos. Para Nancy, cristianismo y Occidente son una misma cosa. La idea misma de la historia es cristiana (aun cuando nadie se anime a pretender ninguna salvación), y en el más tembloroso “te amo” se esconde la fe cristiana, la simple fidelidad a una palabra.

Para Nancy, la deconstrucción del cristianismo no supone atacarlo, ni defenderlo. Simplemente aceptar que su suerte es la suerte del sentido en general para no seguir siendo prisioneros de nosotros mismos. ¿Y qué queda después? En palabras de Nancy: “No nos queda ni culto, ni oración, sino sólo el ejercicio estricto y severo, sobrio y, sin embargo, también alegre, de aquello que llamamos pensar”.

Moradas nietzscheanas y La deconstrucción del cristianismo, dos bellos e inquietantes libros que, aquí y allá, parecen unidos por un mismo vértigo.

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