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Domingo, 22 de abril de 2007
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En coma, de Alex Garland

Un comic en coma

El autor de la exitosa La playa vuelve con un relato sobre una persona atrapada en los confines de su conciencia.

Por Liliana Viola
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En coma
Alex Garland
Emecé
182 páginas

Las librerías de Inglaterra tienen la particularidad de mantener en sus catálogos a aquellos libros que en algún momento merecieron la atención de la crítica, de los lectores y, por supuesto, de la posteridad. Si aquí es casi imposible encontrarse con un título editado el año anterior, los lectores británicos pueden hoy mismo comprar, por ejemplo, La playa, una novela que causó furor hace ya once años y que significó para su entonces joven autor, un estridente ingreso en el mundo de las letras, incluido el premio Betty Trask, que se otorga a la mejor primera novela escrita por un autor menor de treinta y cinco años. La playa, además, fue llevada al cine por Daniel Boyle, el director de Trainspotting y significó para el escritor el inicio de su actividad como guionista en películas de terror modernas entre las que se destaca sobre todo Exterminio (28 days later).

Para alegría tal vez, pero también para tormento de Alex Garland, que ya no tiene 26 años como entonces, esta novela sigue siendo recordada por los lectores y añorada por los editores, que le reclaman una segunda explosión y un regreso a aquel preciso retrato de la juventud británica –mitad exploradora, mitad zombie– que logró en La playa en parte gracias a su combinación macabra de El señor de las moscas y los recursos del cine gore que tanto conoce y admira.

Garland reapareció en 1998 con una novela muy diferente, con estructura compleja y muchas pretensiones que no fueron bien recibidas por el público. Reaparece luego de varios años en los que le “ha sido imposible encontrar un tema que valiera la pena” y en los que llegó a afirmar que no era ni escritor ni lector. La nueva novela, En coma, es muy breve y propone una historia muy sencilla, que si bien no está dirigida al público casi adolescente que lo reclama, vuelve a coquetear con los disturbios de la conciencia, con las alteraciones de la psiquis tan afines a los hábitos de los muertos vivos como a quienes estén bajo el efecto de la anestesia. Además, cada capítulo aparece ilustrado con viñetas que se valen del trazo del comic para acompañar lo que el personaje cuenta, o tal vez para poner en imágenes lo que no dice, lo que está pasando en ese momento por su mente y el lenguaje de las palabras no alcanza a traducir. Las ilustraciones han sido realizadas por el padre de Garland, que es un reconocido dibujante del diario británico Daily Telegraph.

Sin ánimos de escandalizar esta vez, con el título que eligió para su novela les ha evitado a sus lectores toda aspiración de sorpresas: en las primeras líneas el protagonista es atacado salvajemente por unos chicos malos en un subte de Londres. En las líneas siguientes se sabrá que está en coma y que es desde ese espacio intermedio entre la conciencia y la muerte desde donde podremos enterarnos de una verdad que tal vez solamente tenga valor y hasta coherencia, entre algodones. Garland ha elegido construir su discurso en el centro de una de las circunstancias más perturbadoras, que las personas suelen vivir con angustia como testigos, y con olvido cuando son protagonistas. Con gran habilidad conduce a los testigos hacia el mundo de una persona que respira y no reacciona, que piensa y se esfuerza por despertar. En el interior de una conciencia, lectores y personajes quedan atrapados en un relato que ha obligado a la crítica a reconocer en Garland a un escritor, y a recordar a Kafka una vez más.

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