Desde el tÃtulo, propio de un estilo académico que va en busca del lector con interpelación irónica, apropiándose de una voz popular para luego plantar un subtÃtulo técnico, "propaganda, rituales polÃticos y educación en el régimen peronista (1943-1955)" Mañana es San Perón se hace cargo de un intento caro a los debates históricos sobre el peronismo, el de desentrañar un sistema de sÃmbolos cuyo fin era la construcción de consenso polÃtico en torno de Perón y Evita. Tesis doctoral devenida libro, cuyas marcas –una sistematización de antecedentes, bibliografÃa, estado del arte– la vuelven un dispositivo eficaz, este libro de Mariano Ben Plotkin tuvo en 1994, momento de su primera edición, la oportunidad de sumarse a una corriente novedosa, aún escasa, que desplazaba el debate sobre el peronismo desde los orÃgenes, del por qué o del campo especÃficamente social hacia el cómo, esto es, hacia mecanismos especÃficos, tal vez en plan de poner a prueba mitos y leyendas, en particular la idea de "manipulación". Junto con Alberto Ciria, Eliseo Verón, Silvia Sigal, Lila Caimari y otros, Plotkin se incorporaba a una segunda oleada de trabajos sobre el peronismo, distante pero sobre todo mediada por la última dictadura militar con aquellos textos de Gino Germani, la revista Contorno, Miguel Murmis y Juan Carlos Portantiero, pero también Jorge Abelardo Ramos, Hernández Arregui y seguramente MilcÃades Peña o revistas como Pasado y Presente y Envido. En particular, Plotkin abre el juego sobre rituales polÃticos, la proyección del carisma, la socialización polÃtica de la juventud, las movidas de la Fundación Eva Perón (se incluyen hasta memoria y balances de la institución), los aprestos de la llamada "prensa peronista" y la expansión del sistema educativo durante las primeras presidencias de Perón. Porque habÃa sido la literatura, pero sobre todo la pervivencia de los mitos populares tanto peronistas como antiperonistas, los que habÃan "custodiado" las creencias y las demonizaciones, y casi nunca se habÃan examinado "cientÃficamente".
Libro aparecido en un momento de balance de la historia reciente, los inicios del menemismo que por un lado finiquitaban al alfonsinismo de la transición y por otro proponÃan dar vuelta ferozmente al propio peronismo, Mañana es San Perón contribuye a pensar el simbolismo estatal peronista mientras se liquidaba su remanente histórico. Sumamente seductor en su planteo, Plotkin ofrece la astucia de reponer y pensar aquello que una vez habÃa querido eliminarse de la faz de la tierra. En tal sentido, pone el ojo en todo aquello que en marzo de 1956, mediante sendos decretos leyes, habÃa sido proscripto, uno de cuyos textos inquisidores decÃa: "Se disuelve el Partido Peronista en sus dos ramas en virtud de su desempeño y su vocación liberticida, y considerando que en su existencia polÃtica (...) se valió de una intensa propaganda destinada a engañar la conciencia ciudadana para lo cual creó imágenes, sÃmbolos, signos y expresiones significativas, doctrinas, artÃculos y obras artÃsticas".
Plotkin intenta de ese modo trabajar la ritualización polÃtica, acercarse a las analogÃas con el fascismo italiano, diferenciarla culturalmente de otros nacionalismos populares latinoamericanos, y consigue reubicar matices de los debates pedagógicos de la época y tópicos de la propaganda estatal con abundante material de fuentes. Tal vez para ahorrar comentarios, vale destacar la idea de que en materia cultural el peronismo produjo una fenomenal actualización del rol interventor del Estado, que en Argentina habÃa quedado paralizado tras la implementación de la maquinaria "nacionalizadora" de inmigrantes entre 1852-1880.
Acaso, y no es responsabilidad del autor ya que en su recorte deslinda pertinencias y lÃmites, es hora de que la historiografÃa argentina aborde sin tanta hipocresÃa los mitos y leyendas de liberales, conservadores y socialistas sobre la República, la Constitución y la Libertad, en un siglo de golpistas, torturadores y fraudulentos patriotas, donde la lucha por el sufragio, a diferencia de la vieja Europa, no siempre fue una condición sine qua non sino un deseo imposible.
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