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Domingo, 27 de abril de 2008
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Arenas urgentes

Escritos entre batallas políticas y represión sexual, reescritos en la memoria y publicados entre novela y novela, los cuentos de Reinaldo Arenas son un testimonio de escritura urgente más que una rareza de la literatura latinoamericana.

Por Mauro Libertella
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Termina el desfile seguido de Adiós a mamá
Reinaldo Arenas

Tusquets
289 páginas

Es difícil escribir sobre Reinaldo Arenas. Y puede ser que el problema no es que ya se haya dicho todo, como puede suceder con, por ejemplo, Borges. De hecho, quizá no se ha dicho todo, pero lo que sucede principalmente es que las lecturas de la obra de Arenas suelen ser muy parciales, a veces francamente caprichosas. Tan superpuestas están la vida y la obra que la crítica parece haber resignado la lectura puramente literaria en aras de una especie de verdad que su obra revelaría respecto de su turbulenta vida. Por un lado, el extraordinario uso del verosímil con el que Arenas componía su literatura, y por el otro esa prosa casi oral, libre de escamoteos, pegada a lo real –incluso en su cosmos barroco y en su delirio fabulador–, confabulan para generar la ilusión de que lo que se escribe, en efecto, se vivió. Y por otro lado, podemos pensar que el impulso autobiográfico, como pocos escritores, lo agotó a fondo en sus memorias, llevándolo a su límite. Lo cierto es que, en el interior de aquella lectura de corte autobiográfico, están quienes aseguran que la literatura fue el mejor medio para hacer desembocar las aguas movedizas de su vida y sus conceptos estéticos e ideológicos, y están quienes sostienen la más arriesgada idea de que en realidad todo fue una gran excusa para hacer literatura.

La editorial Tusquets viene reeditando su obra completa, en donde ya ha aparecido prácticamente todo, desde Antes que anochezca a la ya clásica El mundo alucinante. Más esquiva es, si se quiere, su producción cuentística. El volumen que ahora se edita, Termina el desfile seguido de Adiós a mamá, está armado con un puñado de cuentos de complicado recorrido por los mapas editoriales. Termina el desfile esta compuesto de nueve cuentos, ocho de los cuales se habían editado en 1972 en la editorial Arca de Uruguay, bajo el título Con los ojos cerrados. La publicación de ese libro fue el primer eslabón en la encendida polémica entre Arenas y Angel Rama, que entre reproches y acusaciones de alto fuste se extendió hasta la muerte de Rama. Después, ya en el exilio en los Estados Unidos, Arenas agregó un cuento y Termina el desfile se publicó en 1981, por Seix Barral. En cuanto a Adiós a mamá, se trata de ocho cuentos fechados en diversas épocas y ciudades, desde La Habana de principios de los setenta a la Nueva York de finales de la década del ochenta. El libro se publicó en 1995, póstumamente, con prólogo de Vargas Llosa.

Las fechas que cierran los cuentos son, como en pocos autores, un elemento central, no azaroso, que redefinen implacablemente la lectura. Esas fechas nos hablan de las condiciones de producción del relato, del modo en que fueron compuestos y de los derroteros imposibles que tuvieron que recorrer para llegar a las páginas de un libro. Cuentos escritos en La Habana tuvieron que ser reescritos, de memoria, quince años después, dado que la historia nos cuenta que Arenas tuvo que quemarlos o destruirlos para poder seguir con vida. En este sentido, los cuentos de Arenas son como un mapa en movimiento, la cristalización de un exilio forzado y dolorosísimo, relatos que tienen en su constitución misma las marcas de una vida. La idea de que algo termina para que empiece otra cosa es otra constante que recorre los relatos. “Termina el desfile” o “Final de un cuento” así lo atestiguan. Escrutando la obra de Arenas en perspectiva, cabe afirmar sin embargo que el cubano nunca dejó de escribir novelas para abocarse a los cuentos. En cambio, los relatos breves se fueron colando en los espacios breves y fugaces que le dejaban sus huidas, primero del gobierno de Castro y después del fantasma del capitalismo. Ese y otros encantos detentan estos cuentos: el de la pasión por la escritura en los momentos de opresión política y sexual, como si la literatura no fuera una práctica de la estabilidad burguesa sino una intervención que hay que perpetrar, como se pueda, a plena huida y sin aliento.

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