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Domingo, 23 de noviembre de 2008
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Historia

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Raúl Mandrini se dedicó a investigar los pueblos aborígenes antes de la llegada de los españoles a América, descuidados por la historiografía más tradicional.

Por Angel Berlanga

La Argentina aborigen
Raúl Mandrini

Siglo XXI editores
288 páginas

“Privados de sus tierras, los indígenas fueron también privados de su historia”, escribe Raúl Mandrini casi al final de La Argentina aborigen, un libro que propone remarcar el punto de partida, unos doce mil años atrás, respecto del quehacer humano en esta zona del mundo. Por entonces poca gente, mucho frío y equilibrio evolutivo con el Paleolítico europeo, según se deduce de lo estético y lo técnico de las pinturas rupestres en rojo, negro, blanco, ocre, de la cueva del cañadón Los Toldos, centro de Santa Cruz, de los hallazgos más antiguos en el territorio que es hoy este país. Sin sospechas del futuro argentino, parece que entre 18 y 20 mil años atrás hubo siberianos en Alaska –llegaron a gamba, todo era hielo por allá– y luego alaskans rumbo al sur, dale y dale, kilómetros, siglos. Estos toldenses andaban de a grupos de 20 o 25, paraban poco en cada sitio, comían lo que cazaban. Entre estos y los que eran en 1910, tras cuatro siglos de contacto con los blancos, a cien de la Revolución de Mayo, ya definitivamente exitosas las campañas de expansión de fronteras y de exterminio de los indios, se enfoca el trabajo de este historiador que propone, y cumple, “una visión general” que evite “la jerga académica, las complicidades del lenguaje científico y los desbordes de erudición innecesaria”.

Mandrini señala que en general la historia da poco espacio a los aborígenes y que, cuando lo hace, se centra casi exclusivamente en el período que se inicia con la llegada de los españoles a América, esto es, a partir del hombre blanco. Para entonces había un gran surtido de pueblos y sociedades en la región (acorde, también, con la diversidad natural del territorio), pero ninguna etnia escribía. O al menos no hay registro. Los primeros escritos sobre ellos tienen autoría visitante (Ulrico Schmidl, Antonio Pigaffeta, por ejemplo). La carencia repercute en que es –relativamente– poco lo que se sabe acerca de los aborígenes en los 11.500 años anteriores y en que el período sea abordado casi en exclusiva por los antropólogos sociales y arqueólogos; la profundidad de las investigaciones al respecto varía, también, según la región. “No es común que un historiador escriba sobre este período”, apunta Mandrini, que en su trabajo parece buscar un balanceo proporcional: tres quintas partes del libro dedicadas a lo ocurrido hasta el siglo XVI, otras dos de ahí en adelante, ya con los blancos acá. El esfuerzo deviene en algunas reiteraciones –características de un pueblo, por caso– en ese primer tramo y ciertos baches en el segundo, asunto que sin embargo no atenta contra esa declarada intención general de la obra.

Los capítulos se titulan a partir de la fórmula “Hace unos (equis) años” que abarcan primero milenios, luego siglos y, finalmente, décadas; para cada etapa corresponde un subtítulo destinado a la evolución de cada sociedad, según la región. De aquellos pequeños grupos de cazadores y recolectores a la producción de alimentos, la cría de ganado, la siembra, la aldea; la sofisticación en la producción de objetos, la organización política y social, los rituales, los intercambios entre grupos; la dominación incaica en el Noroeste. Luego, con el colapso que significó la expansión europea, el abanico entre resistencia, adaptación, exterminio. Y después, con la consolidación del Estado argentino, la ocupación de lo que faltaba, el Sur y del Chaco. Y el aniquile. Tan histórico y cultural como físico. La historiografía académica tradicional, prolija, los desdeñó durante décadas como materia de estudio; recién a mediados de los ’80, con el renacer democrático, los comunidades originarias fueron otra vez visibles y, con ellos, los huecos de su historia. Con su persecución de orden y síntesis, La Argentina aborigen puede leerse como una orientadora y franqueable entrada a esos universos de los comienzos.

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