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Domingo, 1 de febrero de 2009
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Con guantes de seda

China imperial sigue fascinando como ambientación. Lisa See reconstruye su escenografía en una novela cargada de información.

Por Luciana De Mello

El pabellón de las peonías
Lisa See
Salamandra
350 páginas

China imperial. Finales del siglo XVI. Un escenario seductor: trajes de seda, gemas de jade y pies de loto mezclados con una vasta descripción de ritos y leyendas ancestrales. No puede decirse que Lisa See no sepa elegir atmósferas y contextos atractivos donde delinear sus tramas, de hecho, casi toda su obra transcurre en el mismo paisaje. El abanico de seda, su anterior novela traducida al castellano, se convirtió rápidamente en un best seller haciendo epicentro en la fascinante historia del nu shu, el lenguaje secreto de las mujeres. En El pabellón de las peonías la autora una vez más supo aprovechar lo que la historia china tiene de tela para cortar. El contexto es el siguiente: en 1598, durante la dinastía Ming, el dramaturgo Tang Xianzu escribió una ópera titulada El pabellón de las peonías. La obra –que si bien se sitúa en los años de la dinastía anterior– narra la agitación artística, el caos político y la corrupción que reinaba durante la época en la que él escribe. Defensora del quin (las emociones profundas y el amor sentimental) la ópera no tardó en pasar a la lista negra del drama chino. Tildándola de libertina y profana, mandaron quemar todos sus ejemplares y su representación fue prohibida durante varios siglos. Por su parte, durante el proceso de investigación para poder escribir la novela, Lisa See descubre un libro titulado Comentario de las tres esposas. Se trata de un exhaustivo análisis literario de la ópera de Tang, y es el primero en su género publicado en el mundo y escrito por mujeres. Hasta acá, la historia real de estos dos textos. Lo que hace See entonces, es ficcionalizar la historia de estas tres mujeres escritoras, cruzarlas con leyendas de fantasmas errantes, amores no correspondidos y ritos de iniciación de las jóvenes chinas al mundo de la sexualidad.

Si hay algo para destacar en la novela de See es su exhaustivo trabajo de investigación, pero lo que sucede en el texto –que la autora se apresura a calificar como novela histórica– es que la bajada de información gana la partida. Por momentos el artificio es evidente: se cuenta con el afán de informar y aprovechar todos los datos reunidos, así es como el relato se extiende demasiado y se pierde de vista la cuestión del lenguaje. Para ser una novela histórica, pasa por alto todo tipo de diálogo con las tradiciones literarias o discursivas de la época que está contando. Quizás sea por eso que los datos históricos –especialmente los vinculados a las temáticas de género– se convierten en los principales imanes de atención para el lector, desplazando rápidamente el interés en la trama. Tal vez su gesto de reivindicación hacia estos grandes textos literarios escritos por mujeres y silenciados durante siglos, sea el mayor valor agregado de la novela. La mención que hace a la existencia de El Bananal, un club literario formado sólo por poetas, escritoras, mujeres que mantenían a sus familias de la virtud de su pluma, es uno de los ejemplos.

Por otra parte, la opera de Tan Xianzu sigue provocando escándalo aún en nuestros días. Una anécdota lo refleja: en 1998, luego de casi doscientos años sin haber sido representada en su totalidad, se puso en escena en el teatro Yongfeng de Shanghai. Fue recibida con entusiasmo por el público y la crítica locales y occidentales. La ópera debía seguir camino a Nueva York, pero las autoridades culturales de Shanghai acusaron al montaje de “ideológicamente no adecuado” y hasta de “pornográfico”. Una evidencia más de cómo la perturbadora ideología imperial del siglo XVI en China persiste no sólo en los diminutos pies de loto de una anciana, sino también en la censura y la persecución ideológica de sus artistas.

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