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Domingo, 1 de marzo de 2009
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El mundo es ancho y ajeno

Una nueva antología de jóvenes narradores latinoamericanos reabre la cuestión de qué hay en común en la región. En este caso, la violencia del contexto y cómo narrarla parecen ser la respuesta.

Por Ezequiel Acuña

El futuro no es nuestro
Selección de Diego Trelles Paz
Eterna Cadencia
270 páginas






Desde mediados de 2008 que El futuro no es nuestro circula por Internet con bastante éxito y aceptación de la comunidad virtual. Con un número mayor de escritores que en la edición impresa y una selección de cuentos un tanto distinta, esta antología de nueva narrativa latinoamericana fue publicada primero en el sitio digital de la revista colombiana Pie de página, donde aún hoy se puede entrar, ver y leer. El proyecto, según su compilador y prologuista Diego Trelles Paz, consistía en armar un mapa de escritores nacidos entre los ’70 y ’80 que ya hubieran sido publicados, una revisión generacional que pudiera superar las barreras de distribución –en formato web y después con ediciones en papel en varios países– siguiendo el camino de las antologías latinoamericanas de fines de los noventa como McCondo. Vale decir, algo bastante prometedor.

La pregunta es qué tienen en común los veinte escritores reunidos en la edición impresa publicada en Argentina de El futuro no es nuestro. La respuesta es sencilla, y que alcance y sobre con ella: todos son latinoamericanos. Las antologías abren por su naturaleza un juego ciertamente peligroso que da lugar a que sean señaladas como la expresión de un movimiento artístico, la idea de una producción meditada en conjunto que quizá sea lo que queda de la herencia de las vanguardias y sus agrupamientos. El riesgo es que el encanto de variedad al que aspira El futuro no es nuestro se pierda con una lectura que se limite a resaltar el “espíritu de época” y desdibuje las individualidades.

Eso no indica, sin embargo, que los cuentos no se crucen o formen conexiones enriquecedoras. Lo cierto es que la mayoría de los relatos escogidos por el peruano Diego Trelles Paz desarrollan una mirada dura y en algunos casos desapegada de la violencia, que no actúa en las historias como telón de fondo sino a un costado, expandiéndose por los límites que enmarcan los cuentos casi como un personaje más. Mientras que algunos escritores apelan al desencanto y una voz seca próxima al nihilismo, en otros prevalece una energía destructiva y renovadora como el huracán que arrasa Cuba en el cuento de Ena Lucía Portela. Cuentos como Pseudoefedrina del mexicano Antonio Ortuño –que traslada la fiebre sintomática y sexual que sufren los personajes a una escritura enardecida– hacen de su tema una forma de narrar. Lo mismo pasa con el delirio realista en el sobresaliente Lima, Perú, 28 de julio de 1979 del peruano Daniel Alarcón o en el cuento de su compatriota Santiago Roncagliolo, Un desierto lleno de agua donde la inocencia de una iniciación sexual roza lo trágico en un relato narrado con aparente ingenuidad.

En su mayoría, los cuentos de El futuro no es nuestro continúan caminos ya explorados por la literatura latinoamericana –llamarlo tradición suena mal y sería condenarlos a lo estático–, sobre todo los que tienden a conformar un bestiario, una atmósfera grotesca que se construye sobre lo no dicho, lo perverso y siniestro. Entre éstos, Hojas de afeitar, de Lina Meruane, se destaca por la frescura de esas muchachas con navajas y un poco dark que recuerdan la voracidad de Las ménades de Cortázar.

Es probable que esta edición impresa de El futuro no es nuestro no haya estado a la altura de lo que el proyecto prometía. Y es que algunos de los cuentos sobresalen del conjunto de manera notable. La recurrencia y solidez de la violencia como algo natural, siempre presente y poco sorpresivo, ciertamente establece un vínculo entre todos los cuentos y pareciera que ahí es donde debería leerse lo latinoamericano de los escritores reunidos en el libro, hijos de países frustrados y desencantados. Tal vez con la intención de resaltar lo latinoamericano donde ya estaba presente se hayan cerrado algunos caminos de la nueva narrativa latinoamericana que evidentemente tiene mucho más para ofrecer.

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