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Domingo, 15 de noviembre de 2009
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Arráncame la vida

Entre el detalle y el exceso, la narración literaria y los saltos de un guión televisivo, Alejandra Laurencich se sumerge con fuerza en el amor pasión.

Por Nina Jäger
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Vete de mí
Alejandra Laurencich

Norma
253 páginas

En Vete de mí hay un muchacho con apellido inglés, muy millonario, punk y rebelde; dos hombres y dos mujeres que mueren por él y sus encantos irresistibles; triángulos de amores locos y malsanos que devienen en radicales cortes de venas y consumos de grandes cantidades de pastillas; un hombre malo que acecha. La primera novela publicada por la escritora y guionista de cine y televisión Alejandra Laurencich está poblada por historias y personajes pasionales que hacen honor al epígrafe de Carmina Burana que abre el libro: “Donde está el amor, está la pena”.

Todos los personajes están enamorados (hasta llegar a obsesiones fatales y perversas) de Luis Stapleton, el niño rico que lo tiene todo, que por eso se siente desamparado y necesita vivir como si todos los minutos de su vida fueran el último. La novela cuenta la historia vertiginosa que lo lleva a él desde su mansión y su noviazgo con Mariana a la paranoia y la reclusión (con dos amigos que también lo aman) en una casa en Almagro, pasando por un intento de suicidio y una fuga. En el medio, además, tiene una relación sexual, amorosa y filial con Ray Copeland, un amigo de sus padres del Jockey Club. “Yo creía tener la definición del amor: que era una mierda”, declaró la autora en una entrevista. Y parece que con esta novela vino a poner esa definición en práctica.

Los personajes y los hechos de Vete de mí están construidos bajo una estética de la exageración, tal vez la de la sensibilidad camp, que reina en producciones tan dispares como las películas de Almodóvar y las óperas de Bellini. Todo es deliberadamente artificioso: desde los insultos más horribles y el constante bilingüismo de Luis hasta los amores desmedidos que su rebeldía despierta en los demás. Hay así un juego de tensión entre la palabra que busca el detalle y la imagen que apela a la exageración. El argumento de la novela parece tener algo de guión televisivo, más allá de la excelencia de Laurencich para construir una narración eminentemente visual.

La pregunta es, en todo caso, por qué una novela que maneja el suspenso con códigos literarios parece remitir inmediatamente al culebrón. Tal vez sea, en efecto, porque los personajes responden al modelo de esa estética de lo sobrecargado. O porque sus destinos son inexorablemente fatales (pero sobre todo, conocidos) desde el principio. O por esa discordancia característica de la telenovela entre convenciones realistas y exageración extrema. Se sabe que lo que pasa en una telenovela no pasa más que dentro de la pantalla, pero justamente está contado como si siempre existiera la posibilidad de que pase fuera de ella.

Las referencias de los epígrafes –Carmina Burana, Popol Vuh y Gilgamesh– dan la pauta de que Laurencich (finalista del concurso Emecé en 2004 y premiada por el Fondo Nacional de las Artes en 2007) trae de nuevo a la literatura modelos que en algún momento fueron tomados por la televisión o el radioteatro. Porque esos personajes y esas historias fueron primero literarias, y es ahí donde la autora va a buscar sus referencias para esta novela. Lo cierto es que Laurencich maneja con tanta exactitud la tensión en Vete de mí que logra contar una historia predecible como si no lo fuera y así mantiene el argumento todo el tiempo en la cresta de la ola.

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