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Domingo, 25 de abril de 2010
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Nobleza gaucha

A un mes del Bicentenario, la edición de El Payador de Lugones a cargo de la Biblioteca Nacional recupera el espíritu de polémica y conversación alrededor del fogón de un texto clave del ensayismo argentino.

Por Juan Pablo Bertazza

El Payador
Leopoldo Lugones
Ediciones Biblioteca Nacional
263 páginas

“El gaucho influyó de manera decisiva en la formación de la nacionalidad por ser elemento conciliador y a la vez diferencial entre el indio y el español. Todo cuanto es origen nacional viene de él: la guerra de la independencia, la guerra civil, la guerra con los indios. No lamentemos, sin embargo, con exceso su desaparición que fue un bien para el país, porque el gaucho contenía un elemento inferior en su parte de sangre indígena.” En esa lectura esquizofrénica que hace Leopoldo Lugones sobre el gaucho en su libro El payador (1916), basado en las conferencias que dio en mayo de 1913 en el Teatro Odeón, parece cifrarse –apenas a un mes de la celebración del Bicentenario– no sólo la ciclotimia ideológica que padeció históricamente nuestro país sino también la misma impresión ambigua que nos genera esa enorme figura literaria y extraliteraria, a caballo entre el poeta modernista de obras hoy casi ilegibles y el adelantado narrador de Las fuerzas extrañas, entre el nacionalista y el amante de la cultura helénica. Desenredar semejante maraña es, al parecer, uno de los tantos objetivos que tuvo en cuenta la Biblioteca Nacional al decidir hacer una superedición de El payador, obra bisagra que, en cierta forma, marcó la culminación de su carrera y, por lo tanto, el principio del fin, el primer paso de una degradación cuyo último abismo fue el propio suicidio del poeta cordobés el 18 de febrero de 1938 en un recreo del Tigre.

En El payador, Lugones decretó al Martín Fierro poema épico nacional, algo que Borges desestimaría corrosivamente al definirlo, apenas, como una novela particular, desarmando cada uno de los argumentos empleados por Lugones. Cuando Lugones dice que el Martín Fierro “expresa la vida heroica de la raza y su lucha por la libertad” en tanto él es “un campeón del derecho que le han arrebatado”, Borges le retruca que el poema sólo cuenta las vicisitudes de un gaucho desertor; cuando Lugones pone como prueba de su épica el hecho de que el Martín Fierro arranque con una invocación a los dioses, Borges le retruca que se trata de una fórmula muy transitada por la narrativa moderna.

La lectura de El Payador, a casi cien años de su publicación, genera las mismas sensaciones encontradas que despierta la figura de Lugones: su lectura es, por momentos, hipnótica, y por momentos risible –como cuando Lugones explica la figura del gaucho diciendo que “es heredero del linaje hercúleo y de la civilización de los trovadores y paladines provenzales que, cuando Provenza comenzó a decaer en el siglo XIII, pasaron a España durante la guerra con los moros, y luego a América”–.

Lo cierto es que esta edición de la Biblioteca Nacional ayuda a elaborar y llevar a buen puerto esas mismas sensaciones recuperando texto y contexto, como si se pusiera el libro en medio de un fogón en el que diversos intelectuales se reúnen para releer la obra, no con la fascinación del auditorio del Odeón, sino con una fuerte impronta crítica. Horacio González lee la relación de El Payador con el honor –el honor como virtud, como defecto, como exceso y como defensa–. El ya conocido artículo de Oscar Terán (“El payador de Lugones o la mente que mueve las moles”, que se convirtió en lectura imprescindible desde su publicación en Punto de Vista) desmonta las tretas con las que Lugones, durante las conferencias, ensalzó su propia figura alabando la obra maestra de José Hernández. Noé Jitrik analiza la cárcel sarmientina de civilización y barbarie en la que cae Lugones, mientras que María Pía López lo encuentra inmerso en un juego de paradojas del que tampoco logra escapar: “Una operación estatal que prescinde del Estado, una recuperación del poeta pero sólo como agente y no como autor, una lectura de la nación pero en la clave de la pertenencia de la Argentina a un linaje universal”, y Javier Trímboli pone en relación la lectura de Lugones con los muertos políticos que marcaron con sangre las últimas décadas del siglo XX en nuestro país.

Este fogón intelectual que rodea la relectura que propone la Biblioteca Nacional de El Payador se complementa con las valiosas ilustraciones de Carlos Nine, la reproducción facsimilar del capítulo III –que permite revisar tanto los tachones como la letra ampulosa de Lugones– y las crónicas publicadas en La Nación sobre esas míticas conferencias que dieron origen al texto que, más allá de sus defectos y virtudes, convirtió al Martín Fierro en origen de la literatura argentina.

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