Una forma posible de desmontar las piezas de Chuck Palahniuk (Pasco, Washington, 1962) ser铆a la siguiente: la fascinaci贸n por la estupidez humana y el poder铆o afor铆stico de Kurt Vonnegut (pero nada de su sensible humanismo y moralidad), la adicci贸n a los paisajes de la entrop铆a de J. G. Ballard (pero nada de su frialdad forense y flema brit谩nica), la propensi贸n a provocar pol茅micas de Martin Amis (pero nada de su prosa bellow-nabokoviana), la fina capacidad para sintonizar los miedos del norteamericano medio de Stephen King (pero nada de su sentimentalismo redentor), y la crueldad casi diab贸lica de Bret Easton Ellis (pero nada de su compulsi贸n por lo fashion o por la tan fitzgeraldiana 鈥渄iferencia鈥 de los ricos). Sumarle a estos ingredientes la masa at贸mica del propio Palahniuk y lo que hace la diferencia en la receta que suele prepararnos, casi anualmente, desde 1996. A saber: su casi evang茅lica cruzada predicando las idas y vueltas de freaks a los que ama y captura 鈥搒eg煤n ha confesado鈥 adentr谩ndose como un lobo feroz en el bosque frondoso de las leyendas urbanas, los datos raros, los hechos hist贸ricos bizarros y las bromas de mal gusto, remat谩ndolas, siempre, con un 鈥淓sto es verdad鈥 o un 鈥淓n serio鈥 o un 鈥淐r茅etelo鈥. Comprobarlo en su no-ficci贸n 鈥揈rror humano y en Fugitives and Refugees鈥 y comprender su orgullo por haber conseguido que los freaks imaginados en El club de la lucha hayan ascendido, dicen, a culto real.
Aclarado esto, puede agregarse que, asimismo, en Palahniuk conviven dos Chucks diferentes. El primero y mejor de ellos es un nihilista de altura y un escritor sat铆rico de cuidado especialista en invadir como un virus terminal paisajes sanos. El segundo y peor es el que sucumbe al peso de su propio escandaloso mito y se deja tentar por temas y ambientes donde hay poco y nada para transgredir porque ya son atm贸sferas transgresoras per se que, adem谩s, fueron contadas con mayor talento. As铆, los libros posteriores a Snuff demuestran a la perfecci贸n ambas pulsiones: Pigmy (2009) nos revela a una c茅lula durmiente terrorista camuflada como estudiantes de intercambio internacional, mientras que la reciente Tell All tropieza con las indiscreciones del Hollywood dorado mejor exploradas por otro tipo peligroso: James Ellroy.
En Snuff tenemos a ambos Palahniuks haciendo lo que mejor saben deshacer y, quiz谩, lo que mejor no deber铆an hacer. Porque 驴qu茅 sentido tiene documentar las tribus del porno luego de, por ejemplo, el film Boogie Nights de Paul Thomas Anderson? La respuesta que ofrece Palahniuk a esto 煤ltimo pasa por subir el volumen hasta 11 para 鈥搃nspir谩ndose en la ver铆dica Annabel Chong, quien se acost贸 con 70 hombres hasta los 251 orgasmos en 70 horas鈥 narrar gloria, pasi贸n y muerte ext谩tica de Cassie Wright. Una sacerdotisa X 鈥搈谩s polvos de agujero negro que polvo de estrellas鈥 empe帽ada en romper la marca de fornicaci贸n serial frente a una c谩mara a lo largo y ancho de apenas un d铆a. Sus ap贸stoles son tres hombres en fila 鈥揺ntre 600 voluntarios鈥 esperando a ser inmortalizados entre las piernas, detr谩s, arriba o debajo de Cassie Wright. Mientras aguardan su turno, recorren su pasado y explican que los trajo corriendo para correrse aqu铆. Y la tensi贸n aumenta, la temperatura sube y, como suele suceder en el Mondo Palahniuk se alcanza el 鈥搉unca mejor dicho鈥 cl铆max de revelaciones y gemidos y m谩s de una peque帽a gran muerte.
En resumen: Palahniuk es el equivalente por escrito de ese otro man铆aco referencial llamado Quentin Tarantino (ya ver谩n, estos dos tarde o temprano acabar谩n trabajando juntos) y Snuff es muy divertida y el m谩s perverso y culposo de los placeres: pura Pulp Fi(x)tion. El tipo de engendro que le hizo preguntarse a una cr铆tica de The New York Times 鈥溌縌u茅 nos est谩 pasando cuando el pa铆s que produjo a Melville, Twain y James ahora venera a Palahniuk?鈥. Y la respuesta tal vez sea que los genios creadores de Moby Dick, Tom Sawyer y Daisy Miller 鈥搈谩s all谩 de su muy superior calidad y talento鈥 jam谩s se atrevieron a poner por escrito sus m谩s profundas e inconfesables fantas铆as. Es ah铆 donde, pienso, reside el valor y la valent铆a (y la adictiva gracia) de Palahniuk. Una bestia que 鈥搒i es verdad aquello de 鈥渆l sue帽o de la raz贸n produce monstruos鈥濃 se atreve a detallarnos lo que produce la pesadilla de lo irracional. Y lo que produce es nada m谩s y nada menos que cosas como Snuff, firmadas por alguien que alguna vez nos advirti贸 que 鈥渢u coraz贸n es mi pi帽ata鈥.
Aqu铆 viene y aqu铆 vuelve entonces, sonriendo, palo en mano y listo para pegarnos 鈥損orque sabe que en alg煤n lugar nos gusta c贸mo nos pega鈥 este glorioso bastardo que, entre un golpe y otro, nos explica que Adolf Hitler fue el inventor de la mu帽eca inflable.
De verdad. En serio. Cr茅etelo.
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