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Domingo, 13 de junio de 2010
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Nadie tiene el cielo ganado

Una oportuna reedición de los cuentos de Zuhair Jury que reconoce títulos ya famosos como “El dependiente” y “Romance del Aniceto”.

Por Damian Huergo
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El romance del Aniceto y otros cuentos Zuhair Jury Mil Botellas 128 páginas

Hay una noción que recorre como un fantasma a la izquierda tradicional según la cual los pobres, la clase más vulnerable, son una fuente de bondad y un sentido de justicia que los potencia como sujeto revolucionario. Por lógica binaria, en esta concepción, los ricos son seres ambiciosos, avaros y egoístas en esencia. El romance del Aniceto y otros cuentos de Zuhair Jury –escritor, guionista y director de cine–- hace lo que se espera de la buena literatura: rompe con un mazazo el sentido común para mostrar que la vida y las ideologías son mucho más que dos mitades tajantes. En el primer y magnífico cuento del libro, “La boliviana”, Jury nos abre la tranquera de un pueblo de provincia –quizás su Luján de Cuyo natal– mediante un relato coral. El eje es la noche –el cinco de cada mes– en que la boliviana llega al pueblo para prostituirse en el boliche del Turco, un comerciante impotente que lucra con lo que no puede tener: sexo. Sin caricaturizar a las clases populares, ni valiéndose de una mirada paternal, Zuhair Jury nos introduce en los deseos y ambiciones de los personajes, que deambulan por un territorio donde la moral y la corrección política son tan ajenas como el confort y la inocencia.

El secreto del buen funcionamiento de estos cuentos puede hallarse en el famoso “McGuffin”: según Hitchcock, el desarrollo de la anécdota en la historia sólo es una excusa para observar cómo actúan personajes ordinarios en situaciones de clivaje. Es el caso de Fernández en “El dependiente” (llevado al cine por su hermano Leonardo Favio, al igual que “El romance del Aniceto”) que pasó veinticinco años como empleado en la ferretería de Don Vila, esperando a que el viejo falleciera para ascender a patrón como único heredero. Las intenciones de Fernández laten desde la primera línea. Y se revelan con la aparición del amor que, en la pluma de Jury, tiene el tufillo de la traición; tal como vuelve a suceder en “El de los baldes” y en el antológico “El romance del Aniceto”, donde un triángulo amoroso, sostenido con mentiras y engaños, revela su componente trágico.

Por la exquisita utilización del lenguaje para retratar voces, por la crítica social y por cierto objetivismo, algún crítico podría encasillar estos cuentos con el flexible mote de realismo, y sin embargo a esos ingredientes indiscutibles habría que sumarle la capacidad de Jury para perforar esa realidad haciendo alucinar a sus personajes, sumando elementos de lo fantástico a un paisaje llano y lineal. Así, en “El curandero”, Polidoro se apropia de la lechuza de una vieja curandera muerta para lucrar con sus poderes, generando una serie de sucesos que poca relación tienen con lo tangible y lo visible. A su vez, en “La ballena”, el narrador hace de guía por el sueño de un peón que va encadenando recuerdos laborales, sexuales y fraternales, logrando un asombroso relato onírico.

Este volumen de ocho cuentos fue publicado por primera vez en 1969 con el título El dependiente y otros cuentos. En la flamante reedición de Mil Botellas, no solo cambió el nombre del libro y el de uno de sus cuentos principales (“El cenizo” pasó a llamarse “El romance del Aniceto”) sino que se sacó el relato “Un cuento” y se agregó el texto inédito “La Mariscala”.

En El romance del Aniceto y otros cuentos, los personajes no buscan la movilidad social a base de esfuerzos y sacrificios. Buscan el camino corto: una herencia, el chantaje, el robo o el engaño. No tienen escrúpulos en desear la muerte del prójimo, en traicionar a un par o en usar la mentira como divisa para calmar las pulsiones sexuales. Zuhair Jury nos muestra en estos cuentos que la ambición, la avaricia, el despropósito, pueden ser propiedad de todos los humanos que caminamos por el planeta Tierra, sin mayores distinciones sociales.

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