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Domingo, 20 de marzo de 2011
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Todos somos Hamlet

Entre el parricidio y la duda, una antología de poetas nacidos alrededor de los ’70 recupera la figura de Hamlet como cifra de la relación entre la literatura y la política.
Si Hamlet duda le daremos muerte ofrece además una notable diversidad formal.

Por Mercedes Halfon

Si Hamlet duda le daremos muerte
Antología de poesía salvaje

Libros de la Talita Dorada

258 páginas

¿Hay que matar al padre? ¿O hay que vengarlo? La confusión proviene de Si Hamlet duda le daremos muerte, título complejo, con aires shakespeareanos & freudianos para un libro que, a decir verdad, lo que compila son poemas. Si Hamlet duda le daremos muerte es una antología de poesía reciente editada por el sello platense Libros de la Talita Dorada. La figura de Hamlet asediado por la duda y la posibilidad de ser asesinado por otros más fuertes, es el centro alrededor de quien gira este seleccionado de poetas nacidos a la vera del ‘70, escogidos por Julián Axat y Juan Aiub.

Podemos pensar, con Freud, que Hamlet somos todos en una suerte de versión aggiornada del conflicto edípico. Pero por otra parte, Hamlet también es el que desea vengar a su padre de una situación injusta. En esta segunda faceta del héroe es que nos acercamos más a la materia del libro. Ese hijo que quiere vengarse establece el paralelismo con los Hijos de nuestro país, los descendientes de los desaparecidos que buscan de algún modo entre fantasmal y heroico, recuperar la voz del padre ausente. Este volumen de poemas proclama la necesidad de retomar el vínculo entre la poesía y la política. Muchos de los poetas seleccionados son hijos de desaparecidos pero, más allá de esa marca biográfica, está en todos presente el intento de sanar ese oscuro salto de continuidad.

Hay que decir que la colección Los detectives salvajes en la que está incluido el libro, tiene como objetivo iluminar la obra de muchos poetas acallados de los setenta, editando títulos de autores como Joaquín Areta o Jorge Alberto Money. En este caso, tratándose de poesía “joven”, la intención fue la de dar un lugar, justamente, a quienes hasta ahora habían permanecido desoídos. Una de las primeras cuestiones que saltan a la luz es el carácter federal del recorte. Recorriendo sus páginas se puede leer y sorprenderse con Mauro Cesari, de Entre Ríos, Sebastián González, de Río Negro, muchos muy buenos poetas de La Plata, otros tantos de Jujuy, Salta, Neuquén y la lista sigue incluyendo también a poetas como Nicolás Castro y Jonás Gómez de Capital Federal. Increíble pero real, todas las antologías recientes estaban enclavadas en Buenos Aires, haciéndose llegar a lo sumo hasta Córdoba, Bahía Blanca y Rosario. Por eso es tan grato encontrar este panorama oblicuo, descentrado de los autores habituales o de aparición más reiterada.

Mucho se habló en el momento de lanzamiento del libro de un acto un poco sobreactuado –y cuyos significados pueden entenderse inclusive de forma opuesta a las intenciones que sostuvieron sus perpetradores– que tuvo lugar en la presentación y consistió en guillotinar un libro de un reconocido poeta de la generación del ‘90. La performance tuvo que ver con estas mismas ideas. Tanto los antologadores como Emiliano Bustos y Nicolás Prividera, autores del prólogo y postfacio, respectivamente, polemizaron con esa generación de poetas crecida al calor de la década neoinfame, en los que ven una preocupante carencia de preocupaciones políticas. Esta antología intenta pararse en la vereda de enfrente y desde ese lugar encontrar una voz generacional. Por eso el prototipo del libro es Hamlet: el hijo que sufre el acoso del padre-espectro, que en este caso es político y literario a la vez.

La propuesta es dejar de dudar. Recoger el guante y las armas caídas en los ‘70. Y ahí aparecen los poemas, las palabras, tratando de construir ese puente. Como en Militancia, de Andrés Sychowski (La Plata, 1976): “Estudio leyes escribo panfletos/ voto discuto levanto la mano/ en asambleas/ el temor de encontrarte/ en la avenida”. Algo interesante aparece en los poemas de Alejandra Szir (Buenos Aires, 1971): “Nadie puede medir el dolor/ lo sé y sin embargo uso el cuaderno/ para eso”. Las referencias al acto de escribir, a la posibilidad de hacerlo, inundan el poemario de un modo sintomático. Así asoma también en Gabriela Milone (San Luis, 1979): “¿Sabías, papá, de tu blancura que se adensaba/ en un vientre destinado al dolor? / Tiemblan las manos si escribo”.

Una libertad formal y estilística desborda Si Hamlet duda. Poemas en prosa, otros milimétricos casi haikus, otros de verso libre. La diversidad es uno de los mayores logros del poemario. Una libertad que logran darse tanto los poetas como compiladores, dejando entrar a pesar de su juventud a Camilo Blajaquis (Buenos Aires, 1990), poeta tumbero que ha cobrado un fuerte relieve. O al oscuro y preciso platense Eduardo Rezzano (La Plata, 1968), que regala hermosos versos: “Viajo semiinconciente/ en el baúl de un automóvil/ no sabría decir cuánto/ hace ni qué dirección/ hemos tomado pero/ quizás haya amanecido/ y la luna sea vieja/ pálida o casi transparente”.

Hamlet somos todos, por eso la antología recupera esta multiplicidad de colores. La vía política es aun una incógnita, pero el libro deja planteada esa angustia existencial, esa búsqueda o imposibilidad que quiere mostrarse.

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