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Domingo, 31 de julio de 2011
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País de nieve

Basada en experiencias familiares y en viajes a Eslovenia, Cristina Loza encaró en El oso de Karantania una compleja novela histórica que indaga en temas tan concretos que inclusive incluye mapas y gráficos, pero también ahonda en los vasos comunicantes que conectan las guerras y sus secuelas de todos los tiempos.

Por Omar Ramos
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Cristina Loza sitúa la historia de su nueva novela, El oso de Karantania, en el Sarajevo de 1914 durante el asesinato del archiduque Francisco Fernando, hecho que determina la vida de una familia de campesinos eslovenos cuyos hijos, los sobrevivientes de las guerras, emprenden el éxodo a la Argentina. “Tenemos que buscar un lugar donde haya paz”, es la consigna. Es emotivo el reencuentro de Marija con su esposo, quien viajó desde Eslovenia a la Argentina y luego de cinco años, cuando juntó algo de dinero, logró que viajara su esposa. En este punto la autora describe con precisión el Hotel de Inmigrantes y el aporte complejo que en algún modo fueron los inmigrantes a la conformación de una nueva identidad argentina. El narrador Luka escribe los recuerdos de la anciana Sofía, investiga el origen de antiguas fotos y cartas ajadas de la anciana que se balancea en la mecedora para que las memorias “sean tan sólidas como piedras perdidas en el alma”.

La autora publica en la novela mapas y gráficos del Imperio Austro Húngaro; a él pertenecía la región de Karantania donde vivían los humildes campesinos eslovenos protagonistas de esta historia cuando estalla la Primera Guerra Mundial. Karantania es una región poblada de osos, zorros, ciervos, pavos, bosques pincelados por la nieve, ríos finos como hilos de agua, álamos y pinos donde anidan variedades de pájaros.

Loza tiene familiares en Eslovenia y viajó a ese nuevo país para documentarse y tomar testimonios, grafica también mapas de la Primera Guerra, la creación de Yugoslavia en 1919, posteriormente la Segunda Guerra Mundial y la formación de los nuevos estados en la década del ’90. Toda esta información, en ningún caso abruma porque está entrecruzada con una prosa fluida, imaginativa y poética, que relata permanentemente las situaciones terribles que viven los protagonistas a causa de las guerras.

El oso de Karantania. Cristina Loza Emecé 456 páginas

Pero a pesar del horror de la guerra, la vida continúa. Hay nacimientos, bautismos, bodas, la rutina rural sigue aunque más paupérrima alrededor de los animales, paren las mujeres y las vacas, recolectan las cosechas y las madres esperan que alguno de los hijos regrese vivo, tan sólo uno, dicen en momentos de alta desesperación. También hay romances en medio de la guerra, como el de Ivanka y Janez. Las escenas de sexo son descriptas con sobriedad, precisas, sin lugares comunes ni golpes bajos, el amor como aliciente y como esperanza ante tanto horror.

La acción de esta novela avanza siempre con interés, con nuevas secuencias emotivas y una tensión que se sostiene a través de más de 400 páginas y la adecuada intensidad dramática. Se detalla la vida y la muerte de cada uno de los protagonistas: Ana, su hijo Ladislav, quien fue el primero en nacer y en marchar al frente, en el juego macabro de la guerra. Janez, el segundo, cuando partió el aire se llenó de suspiros y ruegos para que regresara con vida. Después nació Katija, la única mujer cuyos brazos aprendieron a cargar los haces de leña. Posteriormente Franz, quien llegó antes de tiempo y cuando Ana aún amamantaba llegó Ferdo, “engrandeciendo de ese modo la fama de semental de su marido”.

La ambientación y la documentación de época son impecables tanto en la descripción de los hechos históricos, los estados e imperios que intervinieron en las contiendas bélicas, el pensamiento y el habla de los personajes, se ahonda en el razonamiento de ellos y también en los rasgos físicos. Son precisos también los pormenores de la ropa, las herramientas de trabajo y los utensilios de las casas rurales.

La sombra y la figura de Hitler va ascendiendo, los protagonistas comentan el entusiasmo del pueblo con sus discursos, porque se sienten pobres y humillados por las imposiciones de los aliados. El narrador describe el nacionalismo excesivo y abrupto que se extiende como el deslizarse de una serpiente. No es menos crítico con el conservadurismo inglés que impone a las mujeres el lugar de la cocina y de la iglesia, identifican a la mujer con la madre y al hijo con el soldado.

Por todas estas consideraciones la novela El oso de Karantania es mucho más que un texto de aventuras trágicas de inmigrantes eslovenos que recalan en la Argentina. Es un texto que se abre en cientos de abanicos que también pueden leerse como vasos comunicantes de historias individuales que reflejan la otra, la mayor, la aberrante de la guerra y el desprecio del hombre por el hombre. El narrador se pregunta si esos seres, sus protagonistas, querrán ser sacados a la luz y volver a la vida a través de estas páginas. Y se termina indagando: “¿Si en verdad los muertos no querrán ser molestados? Pero también se imaginó un mensaje hecho de cantos y de plumas, secreto y eterno”.

Se podría imaginar entonces que los muertos por las guerras, siempre absurdas, acepten volver a la vida para que la humanidad no pierda la memoria y desbarate cualquier intento de genocidio que quiera imponerse bajo cualquier signo ideológico.

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