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Domingo, 11 de septiembre de 2011
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La novia de Iggy Pop

Dos sellos editoriales, Mansalva y Vox, se unieron para reeditar un libro emblema de la poesía de los ’90. Punctum, de Martín Gambarotta, había obtenido el Premio Hispanoamericano del Diario de Poesía en 1995 y luego fue publicado por Tierra Firme. Un momento crucial, joven y áspero que vuelve a irrumpir en la escena poética.

Por Mercedes Halfon
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La historia de Punctum comienza a mediados de los noventa. Su autor, Martín Gambarotta, ganó con ese poemario de un lenguaje radicalmente extraño para la poesía premiada por entonces, el Premio Hispanoamericano Diario de Poesía 1995. A partir de eso, fue editado por el importante sello Tierra Firme, creado por el poeta y editor argentino José Luis Mangieri. Tal galardón generó una modesta polémica, y tal vez empujado por ella, tal vez desde antes, el libro comenzó a circular muy rápido, a pasar de mano en mano, a hacer de esas palabras, ya no tan secretas, una canción que hoy, más de quince años después sigue sonando distorsionada y fuerte. Punctum es uno de los libros claves de la década neoliberal y logró lo que muy pocos en su rubro: agotarse. Durante años estuvo ausente de librerías pero no de sus lectores. Estuvo y está colgado en la página de Fogwill y, fundamentalmente, circuló en fotocopias. Como todo libro extraordinario, además de lo que dice tapas adentro, la leyenda se construyó de las tapas para afuera. Un caldo de culto.

Hoy, dos editoriales independientes, Vox y Mansalva, han decidido reeditarlo, con todo lo improbable y aventurado que es una reedición en poesía. Las lecturas y relecturas sobre el poemario, entonces, se multiplican. En principio hay que decir que no se trata de una colección de poemas, sino de uno único, largo, narrativo, despreocupado de lo formal pero severo en su contenido, desgajado en parágrafos, con personajes que aparecen y se adueñan de la enunciación poética, burlando la primera persona y la consiguiente intimidad habitual en la lírica: Guasuncho, Cadáver, Confucio, La novia de Iggy Pop, Manolo, héroes rockeros, militantes en nefasta decadencia, dealers, no se sabe bien qué son, ni dónde están. En algún lugar entre el sur de México y el norte de Argentina, donde a la vez que dejan traslucir el derruido orden que los rodea, se eclipsan con una imagen televisiva que siempre viene de los Estados Unidos.

Punctum. Martín Gambarotta Mansalva/ Vox 108 páginas

Punctum es, entonces, un desolado continuum poético escrito con cierta prepotencia oral juvenil que permite razonamientos, engranajes de versos como si el poema fuera un cubo mágico, que se renueva con una lógica estricta. Sin ir más lejos, así comienza el libro: “Una pieza /donde el espacio del techo es igual/ al del piso que a su vez es igual /al de cada una de las cuatro paredes /que delimitan un lugar sobre la calle./ La bruma se traslada a su mente /vacía, no sabe quién es y el primer/pensamiento un perro que se da cuenta que es perro /deja de serlo vuelve a formar parte/del sueño”.

Las disputas entre objetivismo y neobarroco presentes en los primeros años de la década del 90 encuentran en Punctum una síntesis. Es posible localizar algo de la corrosión Perlonghereana, a la vez que una innegable base objetual en todo lo que se narra. Objetos degradados como colillas de cigarrillo, propagandas de yogurt, hornallas, etiquetas de cerveza desteñidas; claramente estamos hablando de una cultura baja, bajísima, desde la que se destila la certeza de que la poesía no puede escribirse en un limbo: “Cielo./ Cuando dijo cielo /nada representó salvo el color irreal/marcando el contorno del paredón/bordeando el cementerio”.

Dentro de las genealogías y las teorizaciones más recientes, están los que consideran a Martín Gambarotta como parte de la segunda mitad de la generación de poetas del ‘90, precisamente aquellos que en vez de huirle, comenzaron a establecer una relación distinta con la política. El modo que Punctum interpela esa entelequia es, como mínimo, agudamente personal. “Cadáver, esto ya no es rock. Algunos roban estéreos, otros roban esposas/ pero todos robamos”. Alguna vez dijo su autor que lo que le interesaba de analizar política y poéticamente una situación, era hacerlo hacia adelante. Que la poesía oficie de visionaria de un estado de cosas en un país. En ese sentido Punctum no pudo lograrlo más. Es, justo a mitad de la década mencionada, una descripción delirante y exacta, ominosa en su verdad.

Han pasado quince años, Martín Gambarotta publicó otros libros: Seudo (2000) y Relapso + Angola (2005), pero la ética y estilo de Punctum, no se repitió. Tampoco hubo otros Punctum de otros autores. Quizás la poesía no haya vuelto a ser tan joven, tan dura, tan precisa, como lo fue entonces.

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