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Domingo, 20 de noviembre de 2011
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La fascinación permanente

Tan antigua como aspirante a la modernidad, la poesía siempre produce un efecto de asombro a quien la encara aunque esté acostumbrado a su lectura. Alicia Genovese aborda en sucesivos ensayos esta renovada sorpresa del lenguaje poético.

Por Juan Pablo Bertazza
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Leer poesía. Lo leve, lo grave, lo opaco Alicia Genovese Fondo de Cultura Económica 165 páginas

La poesía es una de las expresiones artísticas más antiguas de la historia de la humanidad. Plagada de citas, referencias y reflexiones a cargo de figuras de toda época y de todo ámbito, en una gama ciertamente inabarcable que va desde Platón –quien pedía expulsar a los poetas de su República– hasta Julia Kristeva –destacada psicoanalista que, al visitar por primera vez nuestro país, recordó en una de sus conferencias aquel texto capital de su obra, “El sujeto en cuestión”, en el cual relacionaba las ecolalias con el lenguaje de ciertos poetas de vanguardia y también con el de los piscóticos–. A pesar de todo esto, cada vez que un lector se topa con un poema sufre, al menos por un instante, cierto azoramiento, una sensación de no haber estado nunca ahí.

Esa es la inquietud básica que tomó Alicia Genovese al enhebrar Leer poesía. Lo leve, lo grave, lo opaco, un conjunto de ensayos y aproximaciones (algunos de los cuales habían sido publicados de manera dispersa en distintas publicaciones como Hispamérica y Revista Iberoamericana) en torno a la poesía y su relación con la percepción, la modernidad, la utilidad dentro del contexto de la comunicación, el verso libre, la producción y la lectura.

A propósito, si comparamos el extenso corpus disponible destinado a alivianar el trabajo de los lectores de poesía con el género del autoconocimiento (un tema bastante ligado a la poesía), hay que decir que este libro no trae las soluciones mágicas que prometen los libros de autoayuda, es decir, no cambia de una vez para siempre la lectura ni asegura una vía de acceso determinada. Pero sí garantiza un puñado más que interesante de interrogantes sobre el tema. En ese sentido, esta es una obra seria, académica casi pero nunca aburrida que incluso, por momentos, incorpora también una forma poética de aproximarse a la poesía, como cuando Genovese se refiere al traspaso no tan radical desde las métricas clásicas hacia el verso libre: “En relación con los movimientos del verso libre, el poeta es más un surfista que un arquitecto, está más pendiente de lo azaroso, de una circunstancia de desequilibrio inestable que de un encofrado con límites precisos”.

El título de este libro que también proviene de larga data, es decir, de la diferencia entre el coro lírico y el coro trágico, alimenta el –quizás– ensayo central dedicado a la obra de Susana Thénon. La convivencia entre un componente leve, ligero, casi superficial por el cual fluye el texto y otro componente grave, terrestre y pesado que asegura cierta intensidad, sin que ninguno de los dos sea superado por el otro. Con esa idea base, Genovese lee también la oscuridad en Alejandra Pizarnik, estableciendo importantes comparaciones entre algunos de sus poemas más emblemáticos y determinadas entradas de su diario personal, la influencia de la pintura china en la obra de Hugo Padeletti, el vínculo entre fotografía y poesía, a partir de la ironía como una forma de implementar el zoom out, una forma de alejar el objeto y sacarlo del primer plano.

El último de los ensayos, acaso el menos novedoso, teniendo en cuenta que no incluye la producción más reciente y termina anclado en los años noventa, ofrece lineamientos generales sobre la poesía actual, una poesía que busca quebrar la idea de subjetividad absoluta, especialmente a partir de dos antologías capitales: Poesía en la fisura (1995) de Daniel Freidenberg y Monstruos (2001) de Arturo Carrera.

Lo leve y lo grave que, en definitiva, atraviesa el corpus que elige Genovese acaso tenga que ver con aquella contradicción que servía de motor a este libro, aquella idea según la cual, a pesar de ser un arte tan antiguo, la poesía siempre aparece vinculada a la sorpresa, a la novedad y, acaso en el primer instante de lectura, a lo inefable.

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